Sitges 2021. Crónica #9

Los últimos dos días del festival eran, al mismo tiempo, crepusculares y festivos. Con la inyección de ánimo fruto de la gente que se acercaba a Sitges durante el fin de semana y el chupinazo final de títulos muy esperados (La Abuela, Earwig, The Green Knight, Last Night in Soho, Prisoners of Ghostland), el festival recobró la vida para finalizar a lo grande.

Estrenada en la Sección Oficial del Festival de San Sebastián, Earwig se trata de una de las propuestas más crípticas del festival. Lucile Hadzihalilovic (Innocence, Evolution) sugiere, a partir de la adaptación de la novela homónima de Brian Catling, una experiencia sensorial, donde los temas se diluyen en la imagen y el sonido y pierden importancia. La película despierta una fascinación extraña que, aunque no quedan claros la trama o los temas, consigue desarrollarse de forma tranquila y con una ausencia apabullante de diálogos, pero sin resultar lenta o aburrida. Con claroscuros en tonos cálidos, un exquisito diseño de sonido y el cuidado por las texturas se alimenta esa sensación constante de extrañamiento de lo familiar y la soledad de la pequeña protagonista frente a su aislamiento. Interesante e inquietante a partes iguales desde luego requiere de varios visionados para desentrañar sus misterios.

La clausura presentaba la esperada The Green Knight (película que en España no tendrá la oportunidad de estrenarse en cines y se añadirá directamente al catálogo de Prime Video a finales de este mes) antecedida por el cortometraje Goya 3 de mayo. Con valor museístico y educativo, Carlos Saura recrea los sucesos del cuadro de Goya introducido por imágenes de algunos de sus grabados. Tras ello pudimos asistir a la proyección de la película de David Lowery basada en la leyenda de Sir Gawain. Con una narración pausada dividida en capítulos que se recrea en la potencia de las imágenes, establece un relato sobre la construcción del héroe y la masculinidad ligada al honor y a la responsabilidad para con la naturaleza. Visualmente imponente tanto en fotografía, como arte y efectos especiales, nos traslada a ese lugar ambiguo entre cuento de hadas y época histórica, donde contrastan y dialogan el paisaje con la arquitectura.

Ya el domingo pudimos recuperar dos películas que no habíamos tenido la oportunidad de ver aun: Son y The Deer King. La obra de Ivan Kavanagh expone la desesperación de una madre por su hijo, repentinamente enfermo, y todo lo que es capaz por él. Teniendo que afrontar vivencias oscuras que había conseguido dejar atrás, Laura tiene que enfrentarse a su pasado en una huida continua por la seguridad de su hijo. A través de un guión bien construido capaz de mantener el interés y el suspense, convergen varios hilos argumentales la infancia de la protagonista en una secta, cuestiones de salud mental respecto al abuso y la investigación policial, jugando siempre con la confianza y empatía (y la impotencia) que transmite una madre dispuesta a todo por su hijo.

La última película que pudimos disfrutar fue The Deer King. Con una animación excepcional recuerda a La princesa Mononoke en su recuperación del tema civilación vs naturaleza y de la venganza. Sin embargo, va más allá y propone también un relato sobre la recuperación de las tradiciones y las raíces, así como la irrelevancia de los lazos de sangre en los vínculos familiares. Hija de su tiempo, también refleja la situación de la pandemia y la preocupación por la enfermedad, igual que muchas de la películas que hemos podido ver durante el festival.

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