Ficha técnica:
Título original:
The King’s Man
Directora: Matthew Vaughn
Duración: 156 min
País: Reino Unido
Idioma: Inglés
Intérpretes: Ralph Fiennes,
Harris Dickinson, Djmon
Hunsou, Gemma Arterton,
Rhys Ifans, Charles Dance,
Tom Hollander, Matthew
Goode, Daniel Brühl, Aaron
Taylor-Johnson, Stanely
Tucci, David Kross

Sinopsis: Cuando un grupo de tiranos y mentes criminales busca desencadenar una guerra que matará millones de personas, un hombre tendrá que luchar contrarreloj para deternerlos.
Crítica:
Desde sus inicios, la franquicia King’s Man ha sido definida como un James Bond – al fin y al cabo, son espías británicos, violentos y elegantes – con toques de Misión Imposible – los gadgets tecnológicos e ingenios varios-, e incluso, ante la deconstrucción realizada en la última encarnación, se ha llegado a decir que es más Bond que el Bond de Craig. Razón no le falta a esta última afirmación, pues la nueva entrega de la franquicia contiene una ideología claramente neoliberal: la asociación King’s Man es una empresa privada que, ante el fracaso de las instituciones, decide hacerse cargo de la paz mundial; se niega la posibilidad de un idealismo pacifista; y una de las motivaciones del villano es una venganza de clase. Tampoco esto debería sorprender, pues Kingsman: Servicio secreto (2014) narra un choque entre las élites intelectuales y las económicas, posicionándose a favor de estas últimas y haciendo estallar – con mucho sentido del humor, eso sí – la cabeza de Obama.
Involuntariamente, también se muestra muy honesta al tratar la esencia del neoliberalismo: es una ideología que busca mantener las élites sociales en sus posiciones de poder bajo una máscara de libertad. Orlando Oxford es un noble de largo linaje (comparándose con El Rey Arturo) y es amigo de Jorge III, a quién ayudará a mantenerse en el poder, camuflándolo de patriotismo. No hay que pasar por alto que la película empieza en la Guerra en Sudáfrica (campo de concentración incluido) y que Shola, el amigo-chófer porta un machete tradicional, estableciéndola en un contexto (post)colonial. Y, precisamente, una de las dialécticas más interesantes es la que se da entre las armas blancas y las de fuego, las primeras se asocian a la tradición y las segundas, con la modernidad. Si reparamos en que la niñera Polly es quién más uso hace de las armas de fuego, esta nueva entrega no estaría tan alejada de Sin tiempo para morir.
Toda esa ideología que aparece no tiene un mensaje ni un peso real, pues se burla constantemente de si misma y es la excusa para un divertimento. Porque, en el fondo, es una (extraordinaria) celebración del pop (si bien se puede argumentar que el arte pop, ya desde Andy Warhol, es un arte profundamente capitalista).
Tomando como base la Primera Guerra Mundial, sus figuras históricas y la imaginería que el cine, la literatura, la leyenda y el arte han creado para generar un relato épico, entre lo bélico y el cine de espías; y, acto seguido, se mofa de ello. Rasputín es un sarcástico bailarín pedófilo (sospechosamente caracterizado como Alan Moore, mago del caos y guionista de cómics que trabajó con Dave Gibbons, co-creador de los cómics que adapta), los tres primos monarcas son interpretados por el mismo actor (Tom Hollander), toda la Historia del siglo XX es fruto de una conspiración en la sombras, las carreras de 1917 o Hasta el último hombre acaban drásticamente distintas, y hay cabras cabronas.
Al final, el duque de Oxford se enfrenta al villano en un duelo de sables, mientras una película sobre los desastres de la guerra se proyecta en la pared. En determinado momento, la cámara gira y solo vemos las sombras de los dos espadachines frente a la realidad. De esta manera, Vaughn reconoce la propuesta pop: dos sombras que no representan nada luchan en una pantalla mientras la realidad ocurre. Ese es el fondo y también la forma. La violencia elegante y la estilización visual de las que ha hecho gala el director en su filmografía son el principal atractivo de esta nueva entrega. La coreografía de los personajes se mezcla y se funde, con naturalidad gracias a una excelente labor de montaje, con los bailes de cámara y la ecléctica banda sonora. Si bien es cierto que en las escenas de acción la planificación es más contenida, esta se muestra mucho más presente a lo largo de toda la cinta, logrando un conjunto mucho más sólido. No obstante, a diferencia de las anteriores entregas, el humor no reside tanto en lo verbal y en el slapstick (aunque también tiene sus dosis) como en lo conceptual (como decíamos, toda la película es una burla) y en el chiste visual a través de rimas y discordancias (un ejemplo predilecto: la unión geográfica de Reino Unido y Alemania en el corte entre los dos planos detalle de los bigotes de sus líderes).
The King’s Man: La primera misión es una película de acción sólida, si bien no tan vistosa como sus precedentes, que crece más allá de su ideología (o con ella) y abraza el pop para burlarse de la Historia y sus representaciones.