Actriz convertida a directora y guionista, Charlotte Vandersmeesch firma junto a su marido, Felix Van Groeningen, el paisaje existencial titulado Las ocho montañas. En ella, se narra la amistad de Bruno y de Pietro, dos amigos de verano que son amigos de toda una vida. Así, la confrontación de ideas y culturas se ve enmarcada por los Alpes franceses, dándole un aire romántico y ominoso a la cinta. En la pasada 67 Seminci, tuvimos la oportunidad de hablar con la cineasta sobre montañas y cámaras.
P: Cuando uno acaba de ver su película tiene la sensación de haber estado contemplado un clásico contemporáneo, como esas películas-río que lleva al espectador desde la infancia de sus protagonistas hasta su madurez con una experiencia vital mientras recorres esa travesía.
Charlote Vandersmeersch: Sí, nosotros sabíamos que iba a ser una historia épica y no tuvimos miedo de meter otras voces dentro de la película introduciendo incluso una voice over, para incluir al espectador dentro de la historia. Una historia que empieza como es la vida, la vida de la gente, de las personas. Todas las vidas tienen cuatro estaciones: cuando naces, tu juventud, la madurez y, después, llega la muerte. Nos alegra haber podido llevar por estas cuatro estaciones de la vida de estas personas, de su amistad, que ha durado casi 30 años. Ellos se conocen en verano cuando son niños y, luego, la vida los separa, pero finalmente logra volverlos a unir cuando construyen esa cabaña, esa casa. Después, hay que cuidar esa cabaña porque, poco a poco, se va degradando a medida que se va pasando el tiempo, y la amistad también es como la casa, hay que mantenerla. Eso muestra lo que es el espíritu de la naturaleza, que es bastante circular y que personifica las preguntas que nos hacemos durante la vida: ¿Dónde se encuentra el amor? ¿Qué tengo que hacer en la vida? ¿Tengo algún destino? Incluso nos cuestionamos la relación con nuestro padre: no quiero ser como mi padre, pero, en realidad, soy como mi padre; ¿debería perdonar a mi padre? ¿O no? ¿O cómo puedo hacer para no ser como él, aunque en realidad sea como él? ¿Debería empezar una familia, o no? ¿Cuándo empieza el amor? Y, sobre todo, ¿mi amigo dónde encaja dentro de toda esta estructura? Algo que queríamos incluir en esta película es que no queríamos que solo tuviera un tema, buscábamos que fuera una película con muchas capas; sin embargo, tampoco queríamos que, al meter todas esas capas dentro del film, diera la sensación de que estaba muy lleno, queríamos mantener la poesía, el silencio y sobre todo un espacio para reflexionar sobre uno mismo.
P: Es un viaje espiritual en el que tenemos tres personajes principales: Pietro, Bruno y la montaña.
C. V.: De acuerdo con la montaña, sí, es una metáfora. Al final, la vida de una persona es ascender una montaña y comienza cuando empiezas a subirla. Hay personas que toman el camino recto, se esfuerzan y suben hasta arriba, y hay otras que van haciendo círculos, que se cruzan a la montaña de otro, que a veces bajan la montaña y luego la vuelven a subir… Cada uno sube su montaña o lleva su montaña un poco como la ve. Hay un trasfondo también metafísico, pero no queríamos que fuera moralista. Nosotros buscábamos darle más importancia a la parte más espiritual y explicar que, al final, tiene dos caras la montaña, que son dos caras de una misma moneda, el yin y el yang. La montaña por un lado te da aire, espacio para pensar, subes a la cima y te permite reflexionar, es una experiencia reconfortante, pero, por otro, la montaña es muy difícil, es brutal, es muy dura con la persona porque no se le puede mentir a una montaña. Al final, tienen fuego en su interior y, además, asciendes hasta el cielo, pero también hay ríos, hay nieve, están todos los elementos dentro de lo que es la montaña, que es más o menos lo mismo que nos pasa a nosotros. El ser humano tiene fuego dentro del cuerpo, tiene el corazón, también busca subir al cielo y ascender lo máximo que pueda pero, al final, todos somos agua. La montaña muchas veces también representaba al padre, desde el punto de vista que te hace merecer su amor, no coronar la montaña puede ser decepcionar a un padre, por un lado, el padre te va a querer mucho y va a estar muy orgulloso de ti, pero, por otro, es mas duro, más exigente y eso puede hacerte sentir como que no vas a cumplir sus expectativas. Y también está el tema de la muerte. Cuando tu padre fallece, te duele por un lado pero, por el otro, tienes que entender que tienes que perdonarle a él y a la vez perdonarte a ti mismo. Mi padre ha fallecido, el de Félix también y para mi, mi padre también era un poco como una montaña, alguien al que yo tenía que escalar, pero no siempre lo conseguía y una vez falleció tuve que aprender a perdonarle a él y perdonarme a mí misma.
P:¿Qué parte de su alma encontraremos en el film?
C. V.: Tengo que decir que el autor del libro ya había puesto parte de su corazón y de su alma dentro de la historia y nosotros queríamos respetar eso añadiendo nuestros propios corazones y respetando la pureza del amor, manteniendo la esencia del libro. Cuando leas el libro, te darás cuenta de lo cerca y aproximados que están el libro y la película. Ha sido muy difícil adaptar este libro en una largometraje, pero, al final, cuando el corazón ya lo han puesto en una obra y, además, conoces al autor de la novela y, además, te presentan a los amigos que han inspirado a Bruno y a Pietro es mucho más fácil fundir nuestras historias con la suya dejando nuestra parte dentro de ella. Al final, cuando una película está funcionando y el proyecto es hermoso, es bonito y todo el mundo lo disfruta, se convierte en algo rico y completamente universal. Por ejemplo, la diseñadora de los sets estuvo allí durante toda la filmación. El jefe de vestuario era una persona que había estado yendo a la montaña todos los veranos durante los 70 y los 80 y sabía de lo que estaban hablando. Toda la verdad de esos detalles que están dentro de la película se transmiten y se transforman al final en amor.
P: ¿El rodaje de la película tuvo que ser tan duro como la historia que nos explica?
C. V.: La verdad es que fue bastante duro. Entre otras cosas, porque tuvimos que construir la cabaña desde cero y la tuvimos que hacer en tres semanas. Íbamos planificando las tomas en las que está a medio construir y teníamos una agenda muy estricta en la que debíamos tener muy claro qué queríamos grabar, teniendo en cuenta las posibles inclemencias del tiempo. Teníamos un plan A, un plan B e incluso un plan C. Era como intentar cuadrar un puzzle bastante complicado. Y, luego, estaba el problema del esfuerzo físico con el que afrontamos el rodaje, debíamos ir al lugar donde rodábamos en esquí y, después, teníamos que volver al finalizar el rodaje, eso sí bebimos mucho vino italiano, comimos mucho queso y por las noches estábamos con los mofletes colorados tirados en la cama pensando en el día que habías tenido y esperando el siguiente día porque al final, cuando estás en la naturaleza, cuando estás teniendo una experiencia tan intensa, es como cuando eres pequeño y vas de campamentos. Recuerdas que te lo pasaste muy bien, pero que fue duro y fue difícil, pero eso hace que sea mucho más memorable. Ese sufrimiento creó un vínculo que nos va ha hacer a todos recordar esta experiencia muy bien y durante muchísimo tiempo. Además está el tema de Nepal. En Nepal tuvimos que hacer una ruta desde los 2.500 metros con todo el equipo, con todos los actores, porque no tuvimos tiempo para preparar de antemano porque fue la época del COVID y queríamos que fuera una situación real. Estuvimos grabando por el camino a medida que íbamos subiendo y preguntábamos a gente si nos dejaba grabar con ellos y por eso tiene una parte como de documental porque teníamos que improvisarlo.
P: ¿En qué momento se dieron cuenta que la utilización del formato 4:3 era el adecuado para la narrativa de la historia?
C. V.: Creo que al final es la imagen en la base que es dónde ves la montaña y es algo que se te acaba metiendo un poco en el subconsciente, muy lentamente y que funciona porque, al final, sientes la inmensidad de la montaña encima de ti. La montaña siempre está mirando hacia abajo y eso produce misterio. Estábamos buscando la poesía de la montaña entre la vida y la muerte, ahondando en aquellas cosas que siempre quedan ocultas, que no las ves. Un misterio que está por encima del nuestro y que oculta las cosas. Teníamos que ubicar a los dos amigos con sus diferentes maneras de pensar en cada uno de los dos lados de la pantalla con la montaña en medio y ver la forma de conectarlos.