Ficha técnica
Título original:
Boiling Point
Director: Philip Barantini
Duración: 92 min
País: Reino Unido
Idioma: Inglés
Intérpretes: Stephen
Graham, Jason Flemyng,
Ray Panthaki, Hannah
Walters, Izuka Hoyle,
Vinette Robinson, Áaine
Rose Daly, Lourdes
Faberes, Malachi
Kirby, Gary Lamont

Sinopsis: En la noche más concurrida del año en uno de los restaurantes de moda en Londres, el carismático jefe de cocina Andy Jones se pasea por el hilo de la navaja tratando de no sucumbir ante una crisis personal y profesional que podría destruir todo aquello por lo que ha trabajado. La inesperada visita de un inspector de sanidad y seguridad alimentaria aumenta la presión sobre el personal mientras no dejan de llegar más y más clientes. Andy abronca y engatusa a su equipo indistintamente, haciendo todo lo posible para disipar las tensiones entre la gerencia y los trabajadores, mientras atiende a las ridículas demandas de sus clientes.
Crítica
Como entrante, un revuelto; un inspector de sanidad ha aparecido por sorpresa y comunica la bajada de la calificación del restaurante, faltan productos en cocina, el comedor va a estar más lleno de lo habitual, esa noche habrá una pedida de mano y un antiguo compañero chef (ahora celebridad televisiva) de Andy ha reservado una mesa para la cena. La velada no va a ser tranquila, desde luego. Como plato principal, el cordero (debe estar rosado, pero se pide un poco más hecho, no hay que cocinarlo de más, pues no permitirá disfrutar correctamente los sabores de la carne). El desastre. El centro de la película lo ocupan los peligrosos niveles de estrés laboral, la presión a cubrir las expectativas de un número excesivo de clientes —improcedentes y ridículas o demasiado altas. Como postre, una crema de limón un poco agria; los problemas se van cerrando pero la acidez rebrota en el final de la cinta. La cinta aprovecha el guión al máximo en un menú de tres platos y lleva a su protagonista, como una olla a presión sin atención y cuidado adecuados, a acabar sobrepasado tras alcanzar el punto de ebullición.
Rodada en único plano secuencia (sin ningún tipo de trucaje), el reparto guía al espectador en un emocionante, aunque estresante, viaje a las cocinas de un restaurante; la descripción del oficio es realista y desgarrador, alimentada por el pasado de Barantini tras los fogones. El ritmo es absolutamente frenético, aunque sabe elegir el momento preciso para un poco de calma. Tras un golpe o una discusión, los personajes tienen la oportunidad de recomponerse —no solo por una pausa en el diálogo, si no por la propia cámara que se aleja de los personajes para darles espacio para respirar— pero enseguida vuelven a sumergirse en el caos. El plano secuencia destaca un impecable trabajo actoral —especialmente el de Stephen Graham como protagonista y Vinette Robinson como Carly— donde se maneja una coreografía cuidada y bien ejecutada. A pesar de que el jefe de cocina es el claro protagonista, cada empleado tiene su momento y una pequeña evolución introduciendo subtemas necesarios en este retrato del mundo de la hostelería. La cuestión de las responsabilidades, individual y colectiva, acompaña la trama cual guarnición: como en el mundo del cine, un error o una falta de previsión puede suponer un desajuste para el resto de chefs o camareros. La confianza es vital para no acabar quemado, una confianza que en el restaurante de Andy ya está desmenuzada.
La película pone el foco en problemas de gran actualidad como el racismo que sufre la camarera Andrea o la posición de la mujer como madre —a través de las figuras de la crítica gastronómica, o el propio Andy y Carly, quién continuamente debe sacar las castañas del fuego al protagonista masculino. Sin embargo, el gran tema de la película, como decíamos al principio, es la salud mental (en una línea que recuerda mucho, con sus diferencias, a Surge de Aneil Kaira). Las duras condiciones del trabajo entre fogones, los problemas personales y los demasiados clientes conforman una sopa demasiado fuerte para cualquier paladar. Barantini usa las cocinas como reflejo de la sociedad, la obligación por la hiperproductividad capitalista y los ritmos vertiginosos nos están conduciendo a graves problemas de salud mental. Por medio de Andy (y del lavaplatos) asistimos al abuso de alcohol y drogas, mientras que a través de Jamie, el más jovencito de la cocina, se nos presenta la autolesión; el estrés es tan elevado que el alivio no es otro que dañarse a uno mismo.
Hierve es una película con gran cuidado en el guión, capaz de mantener el interés en todo momento. Sin dejar de lado el suspense y cierto tono cercano — y a veces bromista— es hábil introduciendo temas relevantes y actuales. Si el corto homónimo era una pequeña degustación, la película, con tantos matices y tanto cariño, es un gran plato.