Ficha técnica:
Título original:
Armageddon Time
Director: James Gray
Duración: 114 min
País: Estados Unidos
Idioma: Inglés
Intérpretes: Michael Banks
Repeta, Anne Hathaway,
Jeremy Strong, Anthony
Hopkins, Jaylin Webb,
Ryan Sell, Marcia Jean Kurtz

Sinopsis: Paul Graff lleva una infancia tranquila en los suburbios neoyorquinos. Junto a Johnny, un compañero de clase excluido por su color de piel, se dedican a hacer travesuras. Paul cree contar con la protección de su madre, presidenta de la asociación de madres y padres de alumnos, y de su abuelo, con el que mantiene una muy buena relación. Pero, tras un incidente, es enviado a una escuela privada, cuyo consejo de administración cuenta con el padre de Donald Trump como uno de sus miembros. El elitismo y el racismo sin complejos con el que se encuentra cambiarán drásticamente su mundo.
Crítica:
Cuando echamos la mirada hacia atrás, nos damos cuenta de que las relaciones familiares han marcado el pulso de la filmografía de James Gray durante al menos una década y media. Desde la familia judía preocupada por la salud mental de su hijo en Two Lovers (2008) hasta la ausencia de las familias dejadas atrás en el proceso de inmigración en El sueño de Ellis (2013), pasando por las relaciones entre padre e hijo en escenarios inhóspitos, ya sea explorando la selva amazónica en La ciudad perdida de Z (2017) o el lejano sistema solar en Ad Astra (2019). Aquí no sería diferente: siguiendo la tendencia contemporánea de Cuarón, Thomas Anderson, Brannagh, Sorrentino y Spielberg, por citar a algunos cineastas que se involucraron en esta ruta, Gray se reencuentra con los recuerdos de su infancia y busca en esas dinámicas familiares la chispa original que iluminaría su trayectoria como artista.
Armageddon Time, sin embargo, no opera en clave nostálgica, como otras películas de este mismo corte cinematográfico. Este aspecto es evidente, en primer lugar, en la elección del título: una cita directa al ex presidente estadounidense Ronald Reagan, quien afirmó, en un discurso a la nación en los años 80, que aquella podría ser la generación que viviría el Armagedón, un suceso de la escatología cristiana que representa la batalla final entre las fuerzas celestiales y las fuezas del mal. De hecho, Gray opta por no escatimar en esfuerzos, construyendo un nítido retrato de esa sociedad imbuida en la ideología racista y meritocrática de la era Reagan. Al negar un proceso de ablandamiento nostálgico de aquella época, crea una relación histórica extremadamente directa que pone de manifiesto la continuidad de esos engranajes sociales, que impulsan el trumpismo en la actualidad.
Paul Graff, el protagonista que refleja las experiencias de la propia infancia de James Gray, forma parte de una familia económicamente estable de ascendencia judía. Los Graff tienen todos los elementos de una familia de anuncio de margarina: una madre cariñosa, un padre trabajador, unos abuelos comprensivos y unos niños con gran potencial de futuro, viviendo en un suburbio de Nueva York. Sin embargo, desde el principio, esta familia se nos presenta con todas sus contradicciones, revelando cómo cada uno de sus miembros está atormentado por la presión constante de encajar y ser aceptado por la sociedad blanca estadounidense. La narración se conduce como una olla a presión a punto de estallar, sentimos que en cualquier paso en falso podría explotar, pero este peligro inminente permanece implícito, disuelto en la complejidad de las relaciones raciales que es propia de la representación de la realidad de forma no polarizada.
La tensión crece a medida que se establece una relación amistosa entre Paul y Johnny, un compañero de clase afroamericano y rebelde. Resulta muy clara la diferencia de trato y la permisividad de la moral para un individuo leído como negro y otro leído como blanco, incluso dentro de la familia de Paul, que se posiciona como políticamente moderada y de tendencia progresista. En el proceso tenemos un rico retrato de cómo los estadounidenses blancos de ascendencia judía han aceptado históricamente la ideología supremacista blanca, como una forma de autopreservación y asimilación dentro de la sociedad blanca. Aunque reconoce los privilegios de los judíos asimilados por la «blanquitud» norteamericana, por otro lado, la narrativa no logra situar el punto de vista afroamericano sobre la cuestión con el mismo grado de complejidad. El enfoque en Johnny y su familia palidece en comparación con la profundidad del retrato de la familia de Paul. Esto no borra la potencia provocadora de la película, pero la hace mucho menos aguda y revolucionaria en su enfoque del tema de lo que la propia trama se cree ser.