Cuarenta y dos segundos puede parecer un corto periodo de tiempo, pero pueden llegar a hacerse muy largos y cambiar el rumbo de la historia. Imágenes con ciertos tintes de estilo vintage y un ligero grano que ayuda a trasladarte aun más a los años 90, década en la que se sitúa la historia basada en hechos reales que nos traen Dani de la Orden y Alex Murrull. El equipo de waterpolo español de las olimpiadas de Barcelona de 1992 que marcó un antes y un después en la historia de este deporte en España. Este largometraje, pese a estar dividido en dos partes claramente diferenciadas, juega con sus elementos, combinándolos para crear una atmósfera tensa sea la protagonista en ambas.
Entrenamiento. Este largometraje da valor al deporte y a la disciplina que conlleva dedicarse en cuerpo y alma a él. No es un juego ni un entretenimiento: es una forma de vida que pocos pueden llegar a comprender, e incluso, a disfrutar con ella. Acentuando la dureza del deporte olímpico, está el entrenador del equipo, el Terence Fletcher (Whiplash, Damien Chazelle, 2014) del waterpolo, personalidad clave de la película. Llevando a los jugadores al extremo con técnicas de entrenamiento de dudosa moral, crea un equipo del que un país entero llega a estar orgulloso. Otras dos piezas de gran valor en ese desarrollo son los dos protagonistas. Cada uno de ellos con una gran mochila a la espalda, se sitúan en polos opuestos en la forma de ver y entender el deporte. Una rivalidad, llevada al terreno de juego, capaz de atravesar la pantalla gracias a dos grandes interpretaciones a cargo de Álvaro Cervantes y Jaime Lorente. Toda esta combinación de elementos, hace que se genere una gran carga a nivel emocional. Además, nos pone en situación para llegar a segunda parte: las Olimpiadas.
Competición. Este incómodo clima de presión y enfrentamiento —que llega al punto más alto en el final de la primera parte y este inicio de la segunda— es apoyado por la imagen. Un montaje con un ritmo frenético en ocasiones capaz de ser combinado con imágenes a cámara lenta. Primeros planos muy intensos, que muestran esos nervios y las emociones a flor de piel. Esas imágenes bajo el agua que algunas llegan a resultar angustiosas. Independientemente de que sepas o no el resultado final, la forma en que está narrada y mostrada la historia, con una tensión que crece hasta llegar a un emocionante final, te hace trasladarte a 1992 y vivir las Olimpiadas con el equipo y con la adrenalina del «directo». Hasta llegar al gran clímax final, la gran final: un España-Italia del que seguro toda la gente que vivió ese año esta competición de Barcelona aún recuerda.
En 1992, un extraño equipo de waterpolo logró emocionar a un país. Dani de la Orden y Alex Murrull, con una película emotiva y sentimental que habla del trabajo en equipo, la salud mental y la dedicación, la superación y la importancia del deporte, logran emocionar al público. Eso sin contar el bonito detalle final.
Título original: 42 segundos Duración: 106 min País: España Idioma: Español Dirección: Dani de la Orden, Alex Murrull Guion: Carlos Franco Productores: Alberto Aranda, Toni Carrizosa, Nicolas Matji, Kike Maillo, Alex Murrull, Dani de la Orden, Bernat Saumell, Cristian Valencia Fotografía: Pau Castejón Montaje: Alberto Gutiérrez Música: Óscar Araujo Intérpretes: Álvaro Cervantes, Jaime Lorente, Tarik Filipovic, Cristian Valencia, Alex Marun, Artur Busquets, Pep Ambròs, Santos Adrián, Marc Bonnin, Eduardo Castresana, Alfons Nieto, Roger Casamajor, Julia Lara.
Sinopsis: A pocos meses de las olimpiadas de Barcelona 92, la selección española de waterpolo tiene todos los números para pasar sin pena ni gloria. Necesitan un golpe de efecto que llega en forma de nuevo entrenador con fama de duro y técnicas de trabajo más que cuestionables. Por si fuera poco, la selección cuenta con dos líderes enfrentados por su manera de entender este deporte: Manel Estiarte y Pedro García Aguado.