Cuarto día del Festival de San Sebastián. Tras la resaca del primer fin de semana, Suro, un nuevo viaje al mundo rural que, en esta ocasión tendrá resultados tenebrosos, y Hyakka, un pequeño drama japonés con aires de anime sobre el olvido y la identidad, de encargan de inaugurar y cerrar la jornada para la jornada para la sección oficial. La propia Suro y Secaderos parecen confirmar una tendencia en torno a la ruralidad; lo mismo ocurre con Foudre, que continua la tendencia a vincular la caza de brujas con el feminismo, las nuevas formas de acceder a la fe y a la sexualidad. Y mañana vuelven los grandes nombres.
Una bonita mañana (Mia Hansen-Løve) – Perlas
En La Isla de Bergman, Mia Hansen-Løve entrelazaba en un juego metaficcional tres reflexiones en una: , qué significa ser directora y cinéfila, qué significa ser madre y qué significa ser esposa. En Una bonita mañana, la cineasta francesa parece continuar con ese juego de reflexiones a diferentes bandas, sustituyendo la matriosca narrativa por una yuxtaposición de escenas de la vida de una mujer, Sandra, interpretada con altura por Lea Seydoux. Escenas que se dividen en: trabajo, hija, padre y pareja (¿la sorprendente falta de espacios para las amistades y para la vida social en ambas películas debería preocuparnos?). Y rara vez se entrelazan.
La repetición que genera la rutina (no deja de ser un slice of life) termina haciendo que esta sea una película de pequeños gestos, como esa escena final que da imagen al póster. Es, por tanto, una película delicada y sensible, pero que esconde una reverso de gran dramatismo que hará que adquiera una gravedad significativa, pese a su tono ligero y sus formas juguetonas. La enfermedad neurodegenerativa de su padre hará que toda la cinta adquiera un peso existencial, que solo se verá incrementado por la puesta en escena, impresa en 35mm, cálida y nostálgica. Jorge Sánchez.
Vicenta B (Carlos Lechuga) – Horizontes Latinos
Vicenta B. ha tenido una recepción discreta en el Festival de San Sebastián. También se trata de una película discreta y humide. Hay algo en ella que hace que sea inevitable compararla con Vitalina Varela (Pedro Costa, 2020), más por una estética que parece aspirar a y por el interés espiritual, que por la forma de retratar a las dos mujeres. Estamos ante la historia de Vicenta B., una «bruja» capaz de predecir el futuro que entrará en crisis existencial tras la marcha al extranjero de su hijo; un argumento que puede resonar con la propia biografía del director, Carlos Lechuga, que abandonó el país para empezar una nueva vida en Barcelona. Ese será el punto de partida de un viaje por las calles de La Habana donde la mujer buscará, sin lograrlo, reconectar con un mundo del que se siente aislada. Narrada con emoción y mimo, la película destaca a través de algunos de sus planos estáticos, con mínimos elementos dentro de cuadro, y por su aparente falta de pretensiones, haciendo de ella una cinta sencilla y humilde tan asequible como humana. Jorge Sánchez.
Secaderos (Rocío Mesa) – New Directors
Como Suro y otras propuestas audiovisuales españolas recientes, la ópera prima de Rocío Mesa, que compite en New Directors, nos adentra en lo rural, esta vez a través de lo fantástico. Con fuerte inspiración de las fábulas y algunos cuentos ilustrados infantiles (o el cortometraje El hombre esponja de J. A. Bayona), narra las historias paralelas de una niña que descubre una criatura hecha de hojas de tabaco y de una adolescente cuya familia se ve forzada a vender el secadero y las plantaciones.
Como en el resto de propuestas, la influencia del documental se hace notar y, en este caso, a través de un tratamiento formal —que más que funcionar, te acostumbras— cercano al documental de naturaleza. Y, como en el resto de películas, está impregnada de nostalgia, en este caso, por la infancia en el pueblo, cuando era a la vez cárcel y paraíso (en ese sentido, bien podría considerarse una versión familiar, tierna y rústica de la obra de Elena López Riera). De fondo, se esbozan algunos temas también recurrentes como las relaciones madre-hija. Todo ello termina desembocando en una película curiosa y divertida, pero que no parecer saber salir de ahí, volviéndose reiterativa en algunos tramos y pecando de ser un poco ingenua. María Valdizán Cuende.
Suro (Mikel Gurrea) – Sección Oficial
La ópera prima de Mikel Gurrea bien podría entenderse como un contrapunto a Alcarràs (Carla Simón, 2022) y su tesis sobre la memoria de las tradiciones rurales. Una pareja de urbanitas heredan una masía perdida en sierra y, tras el fracaso de la cooperativa en la que participaban, decidirán hacer de ella su proyecto de vida, viviendo del corcho y planeando tener un hijo, símbolo de futuro, a corto plazo. Así, comenzará un descenso a los infiernos, donde cualquier concepto idealista se verá hecho añicos, que terminará por asumir, no sin cinismo, la absurdez de ciertos movimientos sociales individuales. Vicky Luengo y Pol López dan vida a unos particulares Willard y Kurtz, que hacen que esta aventura rural adquiera matices conradianos.
El director donostiarra, que rueda esta cinta en Cataluña y en catalán, navega aguas peligrosas. pues podría haberse quedado en un retrato reaccionario que desmintiese el valor de ciertas posturas e ideas; sin embargo, alcanza, por fortuna, cotas más lejanas e interesantes. Construida a través de un guion tenaz e imágenes de inspiración naturalista, pero de fondo más cínico (destacan los juegos de elipsis y de montaje que unen, con mala baba, escenas y escenarios para generar contrastes, vínculos y rimas), la dialéctica entre el Yo y los Otros —y cómo las apariencias atraviesan cualquier tipo de relación humana— termina por ser el epicentro de la cinta, idea a partir de la cual se desarrollan el resto de temas: la familia, la pareja, la sociedad, la política, la cultura,…
En el fondo, Suro no deja de ser un retrato, como Alcarràs, de algo que ya no va a volver a ser. Las distancias insalvables entre ciudad y pueblo, la precariedad acuciante o el clasismo y el racismo son algunas de las pruebas de lo profundas que son las raíces del capitalismo, un sistema que, como diría Mark Fisher, permite antes el apocalipsis que su propio final. Jorge Sánchez.
Foudre (Carmen Jaquier) – New Directors
La recuperación de la caza de brujas como denuncia feminista se ha convertido en un motivo recurrente a lo largo de los últimos años en diferentes manifestaciones audiovisuales. Foudre parece nacer de esta línea, aunque se desvía en su desarrollo. Cuando la protagonista comienza a explorar el diario de su hermana fallecida, se identifica como hija de la tierra. Esto parece apuntar a que el silencio al que se acoge toda la familia es debido a su relación con la brujería y el culto y conocimiento de la naturaleza; sin embargo, muy pronto descubrimos que el verdadero rechazo viene de que su hermana ejercía su sexualidad libremente. El error del planteamiento es que, a partir de esta revelación, la película no avanza. Se queda estancada en una reivindicación del deseo y el placer femenino donde la exnovicia entabla una relación poliamorosa con tres jóvenes del pueblo. La cámara, por su parte, hace lo propio y se deleita en los paisajes, en la naturaleza y en todo aquello sensual, entregándose al placer estético e incluso introduciendo imágenes de videocámara, cuya modernidad contrasta con el dogmatismo y las condenas del 1900. María Valdizán Cuende.