Ficha técnica:
Título original: The story
of my wife
Directora: Ildikó Enyedi
Duración: 169 min
País: Hungría
Idioma: Inglés, francés
Intérpretes: Léa Seydoux,
Gijs Naber, Louis Garrel,
Jasmine Trinca, Simone
Coppo, Luna Wedler, Josef
Hader, Beniamino Brogi,
Árpád Antolik, Balázs
Veres.

Sinopsis: El capitán de barco Jakob Störr apuesta con un amigo en una cafetería que se casará con la primera mujer que entre por la puerta… y lo hace la misteriosa y sensual Lizzy. La atracción es mutua e instantánea y, contra todo pronóstico, “consigue” su objetivo. El introvertido capitán no sospecha que beberá los vientos por esta ‘femme fatale’… pero recogerá tempestades.
Crítica:
Uno de los primeros planos de Historia de mi mujer es una vista cenital de la borda del carguero capitaneado por Jakob Störr. Una férrea línea roja, correspondiente a la barandilla, corta horizontalmente la imagen: en la parte superior de la misma, las aguas marinas agitadas por el avance del buque; en la inferior, unas cuerdas reposan tranquilas en cubierta. Esta imagen, si bien anecdótica en el transcurso de la película, resulta representativa de la misma.
En el epicentro del nuevo largometraje de la directora húngara Ildikó Enyedi está el control. Los celos dentro de la pareja conforman el núcleo de un serpenteante melodrama que, como se recoge en el prólogo y el epílogo, alcanzará cotas existenciales -incluso permitirá a la cineasta tras En cuerpo y alma (2017) hacer bromas metanarrativas respecto a las fábulas y aquellos que aconsejan como una forma de control. Jakob, un hombre que ha pasado toda su vida a los mandos de grandes buques de hierro y necesita tener todo bajo control, conoce a una mujer a la que no podrá dominar; sin embargo, no podrá evitar sentirse atraído por ese carácter indomable. Esa dicotomía, perfectamente interpretada por un estoico Gijs Naber y una arrebatadora Léa Seydoux, se representaba en el plano de la borda: el mar agitado por el navegar de un buque y los gruesos cabos que descansan tranquilos.
Esto es, leído en clave nieztschiana, la dialéctica entre lo apolíneo y lo dionisíaco; o, si se prefiere leer en clave marvelita, el conflicto entre Iron Man y Capitán América en Capitán América: Civil War (Joe & Anthony Russo, 2016). En cualquiera de estos casos, e Historia de mi mujer no es una excepción, se establece una relación simbiótica entre los opuestos, donde el punto medio es virtuoso. Menos frecuente es el punto de vista: todo lo narrado está condicionado por la mirada subjetiva de un Jakob que desea tener todo bajo control, incluso si es solo en su imaginación. Resulta difícil concebir obras de firme carácter libertario, como es esta, que comprendan y adopten la postura que pretenden derrocar; y menos común, es que se le otorgue algo de razón. La bella fotografía en celuloide, de inspiración romántica -acorde con los temas tratados-, capta pues, aquello que siente el capitán, desarrollándose gran parte de la película fuera de campo. Y, por ello, lo que no se cuenta resulta fundamental para el funcionamiento orgánico de la obra.
Se puede poner en entredicho la duración excesiva (169 minutos); algo entendible si reparamos en la celeridad de la propia historia, donde algunas escenas apenas tienen desarrollo, otras se alargan en un ejercicio de sensual autocomplaciencia y todo parece repetirse una y otra vez. No obstante, sí se ven justificados en la visión global de la obra. Una película de temática tan ambiciosa, tan profundamente romántica, que adapta una novela sobre la vida de un marinero en tierra solo se puede concebir con una duración exacerbada.
Melodrama sensual y arrebatador, alcanza sus mejores momentos tanto en el contracampo como tras un final que hace que toda la película cobre un nuevo sentido. Por ello, y por su abultada duración y pausado ritmo, exigirá mucha paciencia y predisposición al espectador, quién, sin embargo, se podrá ver contentado con el despliegue estético y actoral. Una obra valiente y romántica sobre el control y la libertad que recuerda que en el punto medio está la virtud.