Ficha técnica:
Título original:
West Side Story
Directora: Steven Spielberg
Duración: 156 min
País: Estados Unidos
Idioma: Inglés, español
Intérpretes: Ansel Elgort,
Rachel Zegler, David Alvarez,
Ariana DeBose, Rita Moreno,
Mike Faist, Josh Andrés
Rivera, Corey Stoll, Maddie
Ziegler, Ana Isabelle, Jamila
Velazquez, Brian d’Arcy
James, Talia Ryder.

Sinopsis: Los adolescentes Tony y María, a pesar de ser de comunidades étnicas distintas, se enamoran en la ciudad de Nueva York en la década de los 50.
Crítica:
Los remakes, por naturaleza, proponen un diálogo entre dos tiempos. En 1961, Robert Wise y Jerome Robbins adaptaban el exitoso musical teatral homónimo —que ha sido puesto en escena una decena de veces desde su primera producción—, que, a su vez, adaptaban a su tiempo Romeo y Julieta. En esa actualización, Romeo y Julieta vivían en la pobreza en Nueva York, eran inmigrantes y se hablaba del Sueño americano, de la lucha de clases y del American Way of Life, que servían de combustible para el conflicto que impedía a los enamorados estar juntos.
Steven Spielberg se mantiene, técnicamente, en ese Nueva York de los años 50, pero ahonda en la problemática, que tristemente se mantiene actual, y cambia la forma. Si la película original mezclaba un realismo más propio de un drama con la expresividad y el idealismo del musical clásico, reforzado por el recién aparecido Technicolor; el director de Salvar al soldado Ryan reserva las explosiones de color para los momentos de mayor calado idealista (la espectacular ‘América’ o el épico baile en el gimnasio), mientras que gran parte de la película se construye realista, con menos ballet simbólico y una gama cromática grisácea y desaturada —heredera del color más contenido de dramas de la época como La gran evasión (1963)— propia del cemento y el polvo de la gentrificación.
La introducción de este elemento, que no aparecía ni en la obra de teatro ni en la película original, cumple una doble función: por un lado, reconoce su condición de remake que reflexiona sobre el tiempo pasado —de la misma manera que el casting de Rita Moreno (la Anita de 1961) como la maternal Valentina (la actualización del personaje de Doc, que en esta nueva versión es su marido fallecido) refuerza la idea del mestizaje, del diálogo frente a la violencia y del amor sin barreras—, pues el Lincoln Center se construyó en 1962, un año después del estreno de la cinta, tras la demolición del barrio de San Juan Hill, el vecindario donde transcurren ambas películas. Por el otro, permite establecer una tercera banda, personificada en el agente Krupke y el coronel Shrank, que oprime a las dos bandas, pues sirve a unas clases adineradas. De esta forma, la unión fraternal que proclamaba la obra de El Bardo, ya de por si resonante en los tiempos de polarización y crispación social que vivimos, adquiere un matiz de clase.
La gentrificación, por otro lado, es también el tema —a parte de Candyman, otro gran remake de un clásico de culto estrenado en 2021 que ha sido reescrito para profundizar en la represión de minorías étnicas— del otro gran musical de este año, En un barrio de Nueva York. La película basada en la obra musical —escrita y compuesta por Lin-Manuel Miranda (quién reescribió algunas canciones y diálogos al español en la producción de West Side Story en 2009) porque solo encontraba representación latina en la pieza de Arthur Laurents, Leonard Bernstein y Steven Sondheim (fallecido el pasado mes de noviembre)— volvía a reivindicar la comunidad latina en Nueva York y lograba introducir en las canciones palabras y expresiones hispanas. Este pequeño gesto suponía un triunfo cultural, pues hablaba de la esencia híbrida de Estados Unidos. Sin embargo, Spielberg les ha superado. No solo parte de esa hibridación del lenguaje, sino que, además, no subtitula en su versión original —reconociendo así al español como una lengua nacional y no una extranjera— y hace de ese debate lingüístico un tema, si bien secundario, clave en el desarrollo de los personajes. El lenguaje se establece, por tanto, como un pilar fundamental para la construcción de la identidad, ya sea personal —Anybodys, el personaje trans cuyo tratamiento mejora notablemente, alejado de la comedia, respecto a la original— o cultural.
Pues, en el fondo, el West Side Story de Steven Spielberg es una historia sobre el Sueño Americano, entendido como una utopía democrática —entroncando así con gran parte de su filmografía, desde Salvar al soldado Ryan a Los archivos del pentágono (2017)—, como un ideal de igualdad y fraternidad que debería guiar a la sociedad. En este contexto, la canción ‘América’ adquiere un nuevo significado. Ya no es solo un enfrentamiento entre «quedarse» o «irse», si no entre aquello que debería ser y aquello que es. El director de La lista de Schindler habla de Estados Unidos como una nación construida por inmigrantes, ahora latinos, anteriormente europeos —no hay que olvidar que Steven Spielberg es nieto de inmigrantes ucranianos y que lo primero que se lee tras el último fundido a negro es «for Dad»— y la rapidez con la que se olvida ese pasado; la rapidez con la que pasamos de oprimidos a opresores. Y Spielberg habla con idealismo, reconociendo el trágico presente en toda su magnitud, pero mirando hacia un futuro mejor.
Steven Spielberg logra lo imposible: convencer que un remake es tan necesario (o innecesario) como cualquier otra película original o adaptación, pues siempre son obras diferentes en contextos distintos; que, en las manos adecuadas, puede llegar a ser una obra mucho más compleja y rica que la original; y que la motivación para hacer un remake no es exclusivamente económica, sino que también puede haber otras razones, como, en este caso, las emotivas. West Side Story, como remake, presenta un diálogo entre su antecesora y su contexto y el presente, donde la xenofobia, el odio y el cinismo están a la orden del día. La profundidad que otorga al discurso idealista se complementa con la sabiduría narrativa del veterano cineasta —en diciembre cumplió los 75 años—, cuyo resultado es una obra vibrante y emotiva, que sabe adaptar el clásico a los nuevos tiempos sin perder aquello que la hacía especial.
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