Ficha técnica:
Título original:
CODA
Director: Siân Heder
Duración: 106 min
País: Estados Unidos
Idioma: Inglés,
lenguaje de signos
Intérpretes: Emilia Jones,
Troy Kotsur, Daniel Durant,
Marlee Matlin, Eugenio
Derbez, Amy Forsyth,
Ferdia Walsh-Peelo, Kevin
Chapman Brady

Sinopsis: Ruby es el único miembro oyente de una familia de sordos. Ella es una CODA -child of deaf adult-. A sus 17 años, trabaja por la mañana con sus padres y su hermano antes de ir a clase, tratando de mantener a flote el negocio pesquero familiar. Ávida de encontrar nuevas aficiones, Ruby decide probar suerte en el coro de su instituto, donde no sólo descubre una latente pasión por el canto, sino también una fuerte atracción física por el chico con el que debe realizar un dueto
Crítica:
CODA es una coming of age sobre una hija de padres sordos, como se hace referencia en el título. Es una de esas feel good movies que gustan al público generalista y que la crítica suele calificar de película de domingo por la tarde, que dejan un buen sabor de boca bajo una premisa sencilla, familiar y emotiva, donde la puesta en escena queda completamente relegada en favor de un entretenimiento ligero. Siân Heder firma este remake estadounidense de la francesa La familia Bélier (Éric Lartigau, 2014) donde, con pocos cambios respecto a la original encuentra una mayor solidez narrativa, con un buen equilibrio entre la comedia y el peso dramático y una representación más fiel y respetuosa de la comunidad sorda.
Este tipo de remakes, tan próximos en el tiempo, suelen realizarse para acercarse más a la sociedad y culturas de otro país. El remake no solo está motivado por la traducción a otro idioma, sino por su carácter recontextualizador en otra cultura o tiempo. La selección musical ejemplifica perfectamente este concepto. Se sustituye el uso (casi obsesivo) de las piezas de Michel Sardou por canciones como You’re all I need to get by (en sustitución a Je vais t’aimer) y Both sides now (en vez de Je vole). Canciones distintas a las originales que poseen exactamente el mismo espíritu y transmiten las mismas sensaciones. Se trata de poner en diferentes palabras una misma cuestión, para hacerla entendible o más próxima al receptor. Es en ese espíritu adaptativo donde la película casa perfectamente con su tema y con la lengua de señas. La traducción del inglés a la lengua de signos americana (o cualquier otra) y viceversa no se trata solamente de una traducción literal, se trata de una interpretación, en donde no solo la gramática es completamente diferente y el ASL tiene sus propios modismos, sino que estamos ante un lenguaje gestual. Traducción e interpretación van de la mano. Es decir, para realizar una traducción completa y respetuosa del lenguaje de signos francés (teniendo, además, en cuenta que lo desastrosamente inventiva que resultó Éric Lartigau) al inglés hay que hacer una nueva película por completo.
Sin embargo, resulta chocante que ganara el premio a mejor película enfrentándose a portentos como El poder del perro y Drive my car y mejor guión adaptado frente a estas mismas (incluso sorprende que se nominara a CODA antes que a West Side Story). Y es que el guión de CODA tiene mínimos cambios respecto a su original —la familia se dedica a la pesca en vez de a la ganadería, el hermano es mayor, el padre no se presenta para alcalde si no que quiere prescindir de intermediarios y vender su propio pescado—, pero es capaz de dar mucha más profundidad a la historia (a pesar de que la mayoría de escenas y conversaciones son prácticamente iguales). Las interpretaciones resultan más convincentes en la versión de Heder, que apuesta por actores sordos al contrario que la francesa. Es aquí donde reside el mayor cambio. CODA refleja mayor respeto a la comunidad sorda que La familia Bélier, donde parece que la cuestión de la sordera simplemente es una excusa para el argumento mientras no se refleja un verdadero compromiso por la diversidad y la integración (con las críticas hacia su uso del lenguaje de signos como bandera). La estadounidense se siente más honesta. De esta manera, la adaptación no es necesaria solamente por facilitar la identificación de los espectadores no familiarizados con las producciones francesas y su cultura, si no también por hacer mayor justicia a la comunidad sorda. Un buen ejemplo de esta voluntad de integración —similar a la de Spielberg en West Side Story— es la explicación de Ruby de cómo se siente al cantar:no encuentra palabras en inglés y lo hace en ASL. Sus palabras no se subtitulan y, sin embargo, son perfectamente entendidas.
La versión de Heder le da mucha más profundidad a sus personajes, que en la de Lartigau parecían meros esbozos de lo que podrían haber sido —el profesor ya no es un personaje plano y amargado y se crea un enfrentamiento entre Ruby y Leo para incidir en el tema de la responsabilidad y la dependencia. Gracias a ese desarrollo, escenas como la de «nunca ha sido una niña” (ya presente en la original) cobran mucha más fuerza en la obra de Heder y podemos asistir, a través de Leo, a la frustración de la comunidad sorda que, aún siendo capaces, se ven invalidados por los oyentes incapaces de poner de su parte para facilitar la comunicación. La cineasta pule a sus personajes con cuidado, adentrándose en sus mentes y sus corazones.
Siân Heder toma muchos elementos que resultan interesantes de la película francesa (sobre todo a nivel narrativo y cómico) pero elabora un ritmo más fluido. El resultado es una película entretenida y divertida, con un desarrollo orgánico, que apuesta por la representación desde el respeto y la coherencia. A través de la repetición de su argumento, se incide en lo sustancial de las diferencias (que no son pocas). Otra prueba más de las capacidades innovadoras de los remakes.
Un comentario en “CODA: Los sonidos del silencio”