El contador de cartas

Ficha técnica:

Título original:

The Card Counter

Director: Paul Schrader

Duración: 156 min

País: Estados Unidos

Idioma: Inglés

Intérpretes: Oscar Isaac,

Tye Sheridan, Tiffany Haddish,

Willem Dafoe, Bobby C. King,

Marcus Wayne, Alexander

Babara, Don Lay, Britton Webb

Universal Pictures España

Sinopsis: Un exmilitar y jugador profesional de póker ve trastocada su meticulosa vida cuando se le acerca Cirk, un joven que busca ayuda para ejecutar un plan de venganza contra un coronel militar.

Crítica:

Contar cartas, según se cuenta en el nuevo largometraje (¡esperemos que no sea el último!) de Paul Schrader, es una estrategia metódica. Para lograr el éxito tienes que estar pendiente del presente (las cartas sobre la mesa), pasado (las cartas repartidas) y futuro (las cartas sin repartir). Esta unificación del tiempo permite a William Tell —interpretado por un magnífico Oscar Isaac— olvidarse momentáneamente de su pasado, alcanzar una redención temporal y tener un futuro.

Paul Schrader es un hombre de fuerte convicción católica, marcado por la culpa y en busca de perdón. Sus personajes, desde Travis Bickle al propio Tell, están marcados por un pasado violento del que no pueden escapar y del que se intentarán redimir llevando a cabo una buena acción violenta. En El contador de cartas, ese pasado violento es el pasado violento reciente de Estados Unidos: la torturas en las prisiones militares durante la guerra de Iraq. El viaje de Tell es el viaje político del país. Y no tiene perdón.

Si bien la influencia bressoniana se hace patente a lo largo de la cinta, particularmente en ese último plano en el cual Schrader se recrea, su mayor parecido está en Hard Eight (Sydney), la opera prima de Paul Thomas Anderson —quién vuelve a virar hacia la comedia en la próxima Licorice Pizza. Quitando las diferencias obvias, tanto argumentales como formales, ambas películas tienen una estructura semejante, transcurren en el mundo del juego y las apuestas —y, por tanto, con un calado temático similar— y ambas conciben el sacrificio cristológico como forma de salvar a las nuevas generaciones, ya sean John y Clementine o el vengativo Cirk (Tye Sheridan). Es en la resolución de ese sacrificio donde el director de El reverendo se muestra más pesimista. No se puede escapar del pasado. La culpa se paga con penitencia. Ni siquiera el amor es redentor.

Como el propio Tell, Schrader es metódico: rueda con pulcritud, sin grandes aspavientos y manteniéndose en una poderosa sencillez minimalista —salvo los flashbacks a las torturas en Iraq, donde la aberración óptica distorsiona la pantalla para dar forma a la pesadilla y la culpa— que está caracterizando a esta última etapa de su carrera. El cineasta entreteje con elegancia el neonoir más festivo y el estudio de personaje más oscuro, que toman forma en la contenida interpretación de Oscar Isaac; siempre enigmático, es el pilar que permite al libreto crecer y florecer a su alrededor.

El maestro Paul Schrader vuelve a demostrar que se encuentra en plena forma creativa y que, mientras el ser humano tenga tendencias autodestructivas, él seguirá contando la misma historia una y otra vez. Y siempre será fascinante.

Universal Pictures España

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