Ficha técnica:
Título original:
The sky is everywhere
Director:
Josephine Decker
Duración: 104 min
País: Estados Unidos
Idioma: Inglés
Intérpretes: Grace
Kaufman, Pico Alexander,
Jacques Colimon, Jason
Segel, Cherry Jones, Julia
Schlaepfer, Ji-young Yoo.

Sinopsis: Escondida entre las mágicas secuoyas del norte de California y rodeada de las gigantescas rosas de su abuela, Lennie Walker, de 17 años y todo un prodigio musical, lucha con un dolor aplastante tras la repentina muerte de su hermana mayor, Bailey. Cuando Joe Fontaine, el carismático chico nuevo del instituto, entra en la vida de Lennie, ella se siente atraída por él. Pero su complicada relación con el devastado novio de su hermana, Toby, afectará a su incipiente amor con Joe. Con una vívida imaginación y un corazón honesto y confundido, Lennie tendrá que navegar por el primer amor y la primera pérdida para escribir su propia canción.
Crítica:
La nueva película de Josephine Decker (Shirley, Madeline’s Madeline) es, en el fondo, una propuesta de baile.
El inicio de este proyecto está en la adaptación del libro homónimo de Jandy Nelson, quien firma el guión de la cinta. Una pieza de literatura juvenil, publicada en 2015, sobre la pérdida, el amor y la familia que sorprendió por la hermosa pluma que ocultaba. Ese mismo año Warner Bros compraba los derechos para una adaptación que no llegó; fue en 2019 cuando A24 y Apple TV+ se lanzaron a producir el proyecto con la autora como guionista y Josephine Decker, que aún no había estrenado su película más popular hasta la fecha, Shirley, como directora.
No obstante, muchos son los puntos que unen los dos últimos largometrajes de la cineasta. En primer lugar, el retrato de mujeres «complejas»: Shirley Jackson y su «amante»; y Lennie. En segundo, en el epicentro de ambas cintas está el amor elegido. Y, por último, la fantasía. En el biopic esto adquiere un carácter más explícito -asistimos a los delirios terroríficos de la escritora-; mientras que, en El cielo en cualquier lugar, es en sí misma una fantasía juvenil.
La protagonista es una joven idealista de mente etérea (se ha leído Cumbres borrascosas 23 veces) que escribe sus pensamientos en hojas para que se los lleve el viento, acostumbra a pasear por un cercano bosque de secuoyas californiano en sus momentos melancólicos, lleva coloridos jerseys de punto, toca el clarinete y siempre ha pasado desapercibida, a la sombra de su hermana o de otras compañeras de clase más guapas y populares. Su hermana muere repentinamente y llega un misterioso chico nuevo, quién, junto con el ex-novio de su hermana, se enamorará de ella; y ella de ellos. Son elementos ideales -salvo, quizá, el fallecimiento de un ser muy querido- y que pisan zonas comunes de la ficción juvenil que, sin embargo, saben emplearse para realizar una (simple) reflexión sobre el duelo. Esos dos pretendientes pasan a simbolizar la actitud de ella frente a la muerte de su hermana: recordarla eternamente -y vivir su vida por ella- o avanzar y vivir su propia vida.
El triángulo amoroso, es, por tanto, el motor de la historia. Un romance que se toma tan serio a sí mismo como solo un adolescente puede conseguir, pero con la suficiente distancia cómica como alguien que ha pasado por ello. En el corazón del relato está esa dicotomía tan universal como es la dialéctica entre la muerte y el sexo y cómo ambos son conceptos que se entrelazan, particularmente en la adolescencia, etapa donde se asientan los pilares de la identidad. Aquí aparece tamizada en términos cómicos y románticos y, al igual que el calado temático, sin mucho desarrollo, pues no pretende jugar tanto en el terreno intelectual como en el emocional. Es un trampolín con el que generar una entretenida coming of age.
Será en su forma donde se materialice ese carácter fantasioso, desde el mismo inicio cuando la narradora (la propia protagonista) establezca que estamos ante una fábula moderna. La cámara se centra casi exclusivamente en Lennie y, cuando esto no es así, adquiere un carácter subjetivo. Aquello que vemos es una prolongación de su ser; de sus deseos y sus miedos. Además, sus movimientos de cámara sinuosos y autoconscientes y su paleta acaramelada hacen que el relato se mantenga siempre en un cariz etéreo e irreal. Una preciosista puesta en escena que se deleita en lo irreal como una hipérbole de las emociones. De esta forma, el relato se establece como una apología de la fantasía y el escapismo como un mecanismo de defensa ante un realidad ingobernable, como la verdadera forma en la que Lennie lidia ante la repentina muerte de su hermana.
Apple TV+ no se podía estrenar en el terreno juvenil (de los pocos que le quedaban por adentrarse, junto con el western y el terror) de mejor manera. El cielo está en cualquier lugar es de esas raras adaptaciones que logra capturar el tono y la magia de la novela juvenil, sin vergüenza ni menosprecio, sino todo lo contrario. Un lugar alejado del cinismo que en estos tiempos que corren resulta refrescante. Provocará el sopor para aquellos que quieran permanecer sentados, pero también hará las delicias de quién acepte bailar.