Existe una tendencia que Hollywood vio necesaria y el resto del mundo (occidental) en un arrebato antiimperialista decidió evitarla. Es la tendencia a hacer del cine un espacio casi mitológico, donde se recogen las historias que dan identidad al estado, y, en el contexto de una democracia, eso se convierte en héroes cotidianos y anónimos. Julio César Strassera está lejos de ser una persona anónima y, si miramos con detalle su vida, seguramente se encuentre lejos de ser un héroe; sin embargo, la historia argentina y mundial se conjuró para que tuviese un papel protagonista en uno de los juicios más importantes desde Núremberg, llevando a prisión a los responsables de la dictadura militar que Argentina sufrió entre 1976 y 1983. Su fallecimiento en 2015 parece ser el pistoletazo de salida a un proyecto que huele a panegírico, pero que eleva su figura y sus labor, siempre desde el laicismo, a terrenos mitológicos.
Santiago Mitre tampoco es ajeno a hacer del cine un espacio político, más en sus temas que en sus formas, con su ‘Trilogía Política’, conformada por El Estudiante, Paulina y La Cordillera, como cúspide de su filmografía. En Argentina, 1985 recoge esa tradición de usar la Historia para construir películas edificantes, que transmitan una serie de valores cívicos y democráticos. A eso se suma la construcción de memoria colectiva a la que ayuda el desarrollo de este tipo de proyectos. No es baladí la aplicación de estas ideas a estados y territorios donde, como muchos países latinoamericanos, están inmersos en una crisis identitaria, como consecuencia de las distintas colonizaciones y de la incursión inexorable de un capitalismo y desestructurador —no deja de ser irónico que esta película la distribuya y la produzca Amazon Prime Video.
Santiago Mitre construye el relato de los Juicios a las Juntas equilibrando con organicidad grandes momentos humorísticos con otros más cercanos al thriller y al drama judicial más grave. El discurso de Strassera (aplaudido durante su pase para la prensa) es un ejemplo de esto último y se trata, sin duda, del momento culmen, emotivo y poderoso, de una cinta que se sostiene sobre la actuación del ínclito Ricardo Darín y una puesta en escena de Mitre, entre lo espectacular, lo épica y el preciosismo hopperiano. Seguramente sea la película más explícita en sus temas del cineasta argentino y, en gran medida, la más convencional, en su estructura y en sus personajes. Pero también es la que más lejos llega en su voluntad política, operando, precisamente por su carácter convencional, en terrenos colectivos como son la memoria histórica y la construcción oral (fílmica) de héroes nacionales. También se trata de su cinta más hablada, donde los diálogos adquieren una importancia fundamental, adquiriendo más peso que una imágenes que, si bien mimadas y expresivas, pasan a un nivel secundario, más cercano a la representación que la significación.
Hay una voluntad clara de alcanzar el gran público, sin comprometer el mensaje político ni el cuidado por la forma; una decisión que se convierte en arriesgada, al mezclar a Ricardo Darín, uno de los actores más queridos de Argentina, con un mensaje contra la clase media y su apoyo pasivo a los militares. Esto se retuerce con la inclusión del personaje de Luis Gabriel Moreno Ocampo —y la ideología de su familia (conservadora y a favor de los militares)— que sirve a para decir una perogrullada (pero que, como se ha convertido en el mantra de las esferas antidemocráticas, necesita decirse en voz alta) y, con ello, desmontar cierta línea de pensamiento tan autoritaria como extendida.
Presentada en el Festival de Venecia, donde ganó el Premio de la Crítica y partícipe de la sección Perlas del Festival de San Sebastián, su mensaje, que, parafraseando a Strassera, no necesita originalidad por ser del pueblo, es de un alcance universal. Prueba de ello es que la película inaugural de este festival también habla de las heridas de dictadura franquista que están sin cerrar, porque que se taparon con un velo y permanecen, abiertas, sin juicio y sin reparo; prueba de esto es el renacimiento de los movimientos de ultraderecha en el mundo entero durante las últimas décadas. Es en ese contexto político, el actual, el nuestro, donde la película adquiere nuevos niveles de gravedad e importancia; y, en esa situación, Santiago Mitre no duda y, esperando que toda Argentina se una, grita al mundo: nunca más.
Título original: Argentina 1985 Duración: 140 min País: Argentina, Reino Unido, Estados Unidos Idioma: Español, inglés Director: Santiago Mitre Guion: Mariano Millás, Santiago Mitre, Martín Mauregui Productores: Victoria Alosno, Santiago Carabante, Chino Darín, Ricardo Darín, Phin Glynn, Axel Kuschevatzky, Agustina Llambi Campbell, Santiago Mitre, Federico Posternak, Ana Taleb, Cindy Teperman Fotografía: Javier Julia Montaje: Andrés Pepe Estrada Música: Pedro Osuna Intérpretes: Ricardo Darín, Peter Lanzani, Alejandra Flechner, Carlos Portaluppi, Norman Briski, Héctor Díaz, Alejo García Pintos, Claudio Da Passano, Gina Mastronicola, Walter Jakob, Laura Paredes
Sinopsis: Argentina, 1985 está inspirada en la historia real de Julio Strassera, Luis Moreno Ocampo y su joven equipo jurídico que se atrevieron a acusar, contra viento y marea, a contrarreloj y bajo constante amenaza, a la más sangrienta dictadura militar argentina. Una batalla de David contra Goliat, con los héroes menos esperados.
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