Festival de San Sebastián 2022 (IX)

Último día del aniversario, la retraca final. Aprovechamos esta jornada final para recuperar algunas películas que no pudimos ver en su momento, como Cerdita, Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades o Mi vacío y yo. Marlowe, una recreación del cine negro de los 40 a cargo de Neil Jordan, es la encargada de clausurar el Festival. Las grandes ganadoras han sido Los reyes del mundo de la colombiana Laura Mora, que se alzó con la Concha de Oro, y Runner, que hizo lo propio con el Premio del Jurado. Genki Kawamura (A Hundred Flowers) se alzó con el premio a Mejor Dirección, mientras que Fotografía fue a parar a Manuel Abramovich por la polémica Pornomelancolía y Guión por A Woman. Carla Quilez representa a La Maternal y al cine español (¡qué gran año!) por su premio a Mejor Interpretación protagonista que comparte con Paul Kircher de Winter Boy. En la sección Zabaltegi-Tabakalera la ganadora resultó Godland, película director islandés Hylnur Palmason sobre un cura que viaja por el país nórdico realizando las primeras fotografías de la isla; a su lado, en la sección dedicada al cine latinoamericano, la cineasta costarricense Valentina Maurel se llevó el premio Horizontes por Tengo sueños eléctricos. En la sección Nuevos Directores, el jurado dio mención especial a On either sides of the blade y el máximo galardón a Fifi/Spare Keys, de la dupla francesa Jeanne Aslan, Paul Saintllan; por último (en este breve resumen), el público eligió a Argentina, 1985 y As Bestas como las mejores películas de la sección Perlas. Con este texto se terminan las crónicas, pero continuaremos dando cobertura, a través de criticas más extensas y alguna entrevista, a las películas vistas durante el festival, así como a aquellas que, por ignorancia o por cuestiones logísticas, no pudimos ver. Sin más dilación, las últimas reseñas desde San Sebastián.

Marlowe (Neil Jordan) – Sección Oficial Fuera de concurso

Neil Jordan y Liam Neeson regresan para resucitar al detective privado Philip Marlowe, cuyo rostro en el cine siempre pertenecerá, pese a las muchísimas a Humphry Bogart (El Sueño eterno, Howard Hawks, 1942), adaptando la novela que hizo lo propio en la literatura por encargo de los herederos de Raymond Chandler y bajo la firma de Benjamin Black. En este viaje conjunto, el espectador se adentrará en las entrañas de Los Ángeles y de Hollywood, viviendo un misterio ligero que esconderá. Liam Neeson cumple interpretando al famoso detective, mientras que Neil Jordan hace un trabajo correcto en la puesta en escena; quizá el aspecto más atractivo de la propia cinta son esos diálogos afilados que sacan más de una sonrisa y que parecen haber desaparecido del panorama audiovisual actual. De hecho, su principal interés radica en leerla como una película de otra época, como un heredero del cine negro de serie B (ahora transformado en telefime para plataformas), como reconstrucción de algo que hoy en día se ha perdido. Jorge Sánchez.

Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades (Alejandro G. Iñárritu) – Perlas

Que el cine de Alejandro G. Iñárritu se ha construido alejado de los parámetros de la humildad y la modestia no es ninguna novedad; que la autoficción es un arma de doble filo que ha proliferado en los últimos años, tampoco; y que Woody Allen, Larry David y un sinfín de han hecho una carrera a base de reírse de sí mismos, tampoco. Cuando estas tres ideas se conjuntan dan un resultado explosivo. Desde su presentación en el Festival de Venecia, la crítica se ha cebado con la nueva película del director mexicano con la palabra “ego” y derivados siempre en la pluma (quizá esa sea la razón que ha llevado a Iñárritu a recortar varios minutos de película). Es cierto, Bardo, falsa crónica de una serie de verdades es una película de fondo narcisita (como el resto de autoficciones), pero también, a través de una excesividad barroca cercana al mundo de Sorrentino, honesta. Desde el minuto uno, cuando el cineasta bromea con el trasunto de su hijo queriendo volver al útero de su madre durante el parto, se nos presenta una historia con forma de sátira. El humor, que quizá no está tan a la vista como debería, le sirve al cineasta para distanciarse de sí mismo y evitar caer en una pesadez memorística; al igual que el omnipresente gran angular que distorsiona la imagen, volviéndola irreal, grotesca y, a veces, onírica (las referencias a Fellini, Bergman y Tarkovski ya se han escrito en todas las reseñas, de forma acertada). A través de estas formas, Iñárritu aborda los temas que ocupan su mente y truncan su identidad: la relación México-Estados Unidos, el capitalismo, la posverdad, el Arte y el Periodismo, su familia, su relación con sus padres,… Al final, lo que vemos, parece querer decirnos el realizador de Birdman es la sombra de alguien que aparenta estar volando. Jorge Sánchez.

Mi vacío y yo (Adrián Silvestre) – Made in Spain

Al igual que en su anterior largometraje Sedimentos, Silvestre se acerca a la experiencia de una mujer trans, esta vez desde la ficción aunque aún quedando vestigios del carácter documental de su predecesora. Acompañamos a Raphi en su transición pero siempre desde un cuestionamiento del proceso. Incluso dentro de la aceptación de la condición trasgénero, a nivel médico e institucional, siempre queda ligado a la psiquiatrización, la hormonación y a las operaciones de reasignación o reafirmación, a menudo no contemplándose el no binarismo y la fluidez. Mi vacío y yo explora la dicotomía que surge entre una necesidad urgente de pertenencia, al mismo tiempo que une misme no tiene claro su identidad, aún explorándose y comprendiéndose. Con una puesta en escena muy humilde se transmite la personalidad naif de Raphi, soñadora y romántica empedernida. Es obvio su interés educativo y divulgativo, en ocasiones dejando de lado la construcción narrativa y resultando poco fluida. Adrián Silvestre co-guioniza junto a Carlos Marqués-Marcet y la propia Raphaëlle Pérez, logrando un guion honesto, lleno de corazón y empatía, donde la participación de la propia actriz es una decisión acertada y necesaria, que enriquece las experiencias narradas y enlaza con el género documental. María Valdizán Cuende.

La casa entre los cactus (Carlota González-Adrio) – Made in Spain

Adaptando la novela de Paul Pen —también guionista de la cinta— con el mismo nombre, Carlota González-Adrio dirige su ópera prima, un thriller sobre una familia que vive aislada y cuya tranquilidad se ve perturbada a la llegada de un joven desconocido. El guion tiene como gran aliado los fantásticos paisajes sonoros de la compositora Zeltia Montes que a mitad de metraje, cuando el suspense comienza a desinflarse, pasa de ser un acompañamiento a tener que cargar con gran parte la intriga que prometía el argumento. La directora ejecuta una puesta en escena correcta y eficaz aunque no especialmente destacable, con una mirada tierna sobre la infancia, la creatividad y el juego. Con un tema potente como es el de la sobreprotección de los padres y su aferrarse a las hijas, se hecha en falta un mayor tratamiento psicológico de los personajes, que en ocasiones da la sensación de ser demasiado sutil y esbozado. María Valdizán Cuende.

A short story (Bi Gan) – Zabaltegi-Tabakalera 

La nueva película del realizador chino Bi Gan, tras la aclamada Largo viaje hacia la noche, es un cortometraje que se presentó en el pasado Festival de Cannes. Con un aire fabulísitco, de cuento oscuro (El mago de Oz, Alicia en el País de las Maravillas, El gato negro de Edgar Allan Poe), el cineasta nos cuenta la críptica historia de un gato negro. Si bien de su historia y temas se puede escribir poco, queda patente que su poder reside sus imágenes cautivadoras, donde cada movimiento y cada encuadre está medido al milímetro, complementadas por un sonido expresionista y onírico. ¿Con qué objetivo? Difícil saberlo sin un análisis mas pausado y detallado, pero parece apuntar a las propias posibilidades del cine: una celebración de las formas cinematográficas y de su poder (¿debería preocuparnos la supervisión de, como apuntalan los créditos, algunos organismos de propaganda?). Otra pequeña joya que vuelve a demostrar que el nivel de los cortometrajes en la selección de Zabaltegi de este año ha sido extraordinaria. Jorge Sánchez.

Cerdita (Carlota Pereda) – Zabaltegi-Tabakalera 

Autoremake del cortometraje homónimo ganador de un Goya, Carlota Pereda vuelve al pueblo para afrontar temas como el bullying y la gordofobia a través de un espíritu slasher y cuento macabro, pues el argumento amplía la escena que componía el corto, dándole un mayor contexto, particularmente en lo que se refiere a las consecuencias de los eventos. Con un formato cuadrado que encierra al personaje y una bonita estética que tiende a lo pop, la realizadora debuta con una obra, cuya mayor virtud es el manejo de la tensión y del humor (es mejor entender la película desde la comedia negra, más que desde el thriller y el terror, pues sus mejores momentos son cómicos) y cuyo mayor pecado es un desarrollo de sus temas un tanto escasos y errático (hasta el punto que la sugerencia que tenía el cortometraje le sienta mejor en algunos casos). Entre medias, referencias a La matanza de Texas (¡el potencial que tenía la película convertirse en su trasunto español!), gore, muchas risas y un poso final que nos desvela una nueva voz en el terror patrio, algo que siempre es de agradecer. Jorge Sánchez.

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