Crítica ‘Las ilusiones perdidas’

Ficha técnica:

Título original:

Illusions perdues

Director:

Xavier Giannoli

Duración: 149 min

País: Francia

Idioma: Francés.

Intérpretes: Benjamin

Cécile De France, Vincent

Lacosta, Xavier Dolan,

Salomé Dewaels, Jeanne

Balibar, Gérard Depardieu,

André Marcon, Jean-François,

Stévenin, Alexis Barbosa.

A Contracorriente Films

Sinopsis: Lucien sueña con forjar su destino como poeta. Para ello abandona su lugar natal y se muda a París con la ayuda de su mecenas… 

Crítica:

Un título como Las ilusiones perdidas es demasiado sugerente como para pasar desapercibido, pues revela que el único destino del relato es la desilusión. Tampoco creo que, por la alejada fecha de publicación de la novela homónima de Honoré de Balzac, los lectores y espectadores se encuentren muchas sorpresas en el devenir de la trama. Porque el encanto, sea de la novela o de la película, está en su apurada construcción formal y, por encima de todo, en el comentario que realiza sobre la sociedad contemporánea. Ambientado en el periodo de la Restauración de la monarquía en Francia a mediados de siglo XIX, Balzac y el director Xavier Giannoli nos presentan una sociedad capitalista en eclosión, dividida entre los que han heredado títulos y propiedades, los que han construido su negocio y fortuna y los que tienen apenas su talento y su cuerpo para ofrecer. El protagonista, Lucien de Rubempré, pertenece a estos últimos y tendrá de trazar su propio camino por los terrenos inciertos y llenos de peligros de la sociedad parisina para alcanzar su sueño de convertirse en un poeta publicado.

En Paris todo es mercancía: se puede comprar y vender el arte, la opinión, el talento, la moral,  el éxito y hasta el fracaso. Lucien se ve parte de ese sistema, encontrando éxito y reconocimiento al escribir bajo demanda artículos para un periódico republicano de oposición. Es en este momento donde la película brilla como adaptación, tejiendo una trama que desvela los aspectos más publicitarios y comerciales de la crítica de arte. Lucien, como crítico, gana mucha importancia por el primor textual de sus publicaciones, y la película concede mucho valor al poder de las palabras y al autor, que con cambios de sentido crean efectos diferentes de acuerdo con los intereses de quien paga paga más. Desprovisto de valores éticos, el joven crítico prostituye su oficio y talento, lo que le lleva tan alto que se cree imbatible.

Este retrato histórico recobra el debate contemporáneo de la mercantilización de la crítica de arte (aquí, adscrita al ámbito cinematográfico) y su consumo efímero e inmediato. Cada vez más se exige que las películas sean taquilleras en su primer fin de semana, que reciban fresh tomatoes, galardones en festivales y nominaciones a los Oscar, bajo el riesgo de ser olvidadas al día siguiente. En este sistema económico, el crítico obtiene el papel primitivo de conceder sellos de calidad e influenciar al público, en sus aplausos o abucheos.

Es irónico que tanto Balzac como Gianolli construyen la crítica a estos aspectos de la crítica del arte en la sociedad del espectáculo, insertos en el mismo sistema que critican. Las ilusiones perdidas, a pesar de haber sido acusada por Cahiers du Cinema y otras publicaciones de hacer parte de un movimiento de difamación de la prensa y la crítica, logró quince nominaciones a los Premios César, de los cuales ganó siete, incluyendo Mejor Película. No se trata de opinar si la película va a resistir el paso del tiempo o desaparecerá de la memoria cultural colectiva rápidamente, pero el relato y la experiencia emocional que propone va a continuar resonando en cualquiera de los espectadores que la descubran (o redescubran).

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