Ficha técnica:
Título original: Cow
Director: Andrea Arnold
Duración: 96 min
País: Reino Unido
Idioma: Inglés

Sinopsis: Luma es una vaca lechera en una granja británica. Come, pare terneros, da leche y duerme. Este documental recoge su vida.
Crítica:
Pese a que pueda parecer lo contrario, esta es una película sobre el ser humano. Como en el resto de su filmografía, Andrea Arnold sigue a un personaje de forma radical, sin abandonar su lado en ningún instante; en Vaca continua ese línea formal llevándola al extremo. Por un lado, por su paso de la ficción al documental, pero, por otro, por las características del sujeto filmado. Estamos ante una vaca, un animal al que no se le presuponen sentimientos y emociones -y, con ello, interés estético o narrativo- y que, por tanto, en el audiovisual (y en el no audiovisual) sirven de paisaje de fondo.
En todo momento la cámara acompaña a Luma y a su ternero. Siempre a su altura. De hecho, uno de los principales valores estéticos de esta cinta reside en la diversidad de ángulos y puntos de vista desde los que accedemos a la vida de las vacas. Desde un lateral, desde abajo, desde detrás, desde delante, a la altura de la cabeza, de las pezuñas, de las ubres,… Estamos ante una película entregada al máximo a su voluntad de crear el retrato más fiel de la vida de una vaca lechera. Es más, el ser humano apenas aparece y, cuando lo hace, es en un segundo término a través de voces en off, desenfoques y encuadres agresivos que lo mutilan. En ese sentido, es una cinta tan arriesgada y exigente como fascinante. A parte de las posibles dificultades que la temática pueda establecer, no es un visionado fácil por su forma (muda, monótona, sin relato), pero que, gracias a la maestría de su operadora de cámara, de su equipo de montadores y de la propia Arnold, termina siendo cautivador y absorbente.
La vida de Luma es una vida marcada por el dolor. La película comienza con el parto de uno de los terneros y termina con su muerte. Entre medias, leche «robada», terneros «secuestrados», suelos que hacen daño y mucha incomprensión y ansiedad por no saber qué está pasando. Pero también es una vida llena de belleza. De vez en cuando, Andrea Arnold se permite el lujo de pausar «la narración» para que admiremos a Luma y a su ternero. Se recrea en su físico, admirándolos, e intenta penetrar en su interior a través de la observación. Y es en ese equilibrio entre opuestos donde se fundamenta la propuesta naturalista.
No obstante, muchos de esos elementos —salvo aquellos destinados a ilustrar la armonía y la belleza, donde la naturaleza y los paisajes adquieren una predominancia visual— remiten al ser humano, aunque éste no aparezca. Una relación inevitable, pero que termina siendo omnipresente hasta el punto de convertirse en una crítica, en tanto está enseñando una relación entre alguien que no deja a otro ser. Una idea que, si bien interesante, termina eclipsando al propio sujeto del documental.
Ese afán naturalista, frío y «objetivo», hace que en muchos aspectos sea problemático. Es admirable que no pretenda juzgar en ningún momento, pues se libra de constructos sociales que no atañen a la vida de una vaca, y que no caiga en expresionismos radicales con el fin de sostener una tesis; sin embargo, surgen varias preguntas. Por un lado, ¿es cómplice de lo que vemos? Una duda permanentemente asociada al cine documental, pues, por su carácter registral, necesita de aquello que pretende documentar. Esta idea en un componente crítico se vuelve más pantanosa, más aún entendiendo que la complicidad la extendería también al espectador en tanto está consumiendo ese contenido; si bien se puede argumentar que es algo que ocurre con o sin una cámara delante y, por tanto, es mejor captarlo para poder denunciarlo. En esa línea surge la segunda pregunta, ¿es el carácter naturalista una excusa para mostrar la miseria y el dolor? Es conocido que el pesimismo, la crueldad y los finales tristes parecen más reales y verosímiles que sus opuestos y, por tanto, tienen mayor fama intelectual. Teniendo en cuenta esto, el corte (a unos fuegos artificiales) realizado justo antes del apareamiento se siente hipócrita. Y esto lleva a otras cuestiones: ¿es realmente naturalista o solo lo aparenta? ¿Es la vida de Luma representativa? ¿Lo pretende? Cuestiones que giran en torno a la propia naturaleza de la cinta que la alejan de su objetivo, una contradicción formal propia de esta búsqueda de veracidad máxima. Y es en ese oxímoron donde radica su valor.
Vaca es un homenaje y una crítica, un documental sobre vacas y sobre seres humanos, una película invisible que destaca por su forma. Andrea Arnold continúa mirando en los márgenes y en los fundamentos de la sociedad, ahora en formato documental; siguiendo a personajes con la cámara hasta, pese a los obstáculos, desarrollar una relación afectiva con ellos. Un cinta exigente, contradictoria y absorbente. Una cámara que sigue a una vaca.