Penúltima entrega de nuestra cobertura de la edición online del Atlàntida Film Fest 2022. Con Los secretos de mi padre y Softie, flamante ganadora del premio a Mejor Película, concluimos con el repaso a la Sección Oficial, algo que nos permitirá explorar otras secciones y títulos. De esta forma descubrimos títulos como Girl Picture, que debutaba en Premiere, Tralala, que se presentaba en la sección Controversia, o Futura, que hacía lo propio en el espacio dedicado a nuevas generaciones. En otras palabras, continuamos escribiendo sobre el Atlàntida, continuamos escribiendo sobre cine.
Amando a Highsmith (Eva Vitija-Scheidegger)
Adentrarte en el universo de Patricia Highsmith es una experiencia de inteligencia, sofisticación, elegancia y refinamiento a la que ineludiblemente te trasladan sus personajes. En sus novelas siempre hay un punto de fascinación hacia la personalidad de esas figuras que nos manipulan desde la inteligencia, desde la complejidad, haciéndote siempre partícipes de la ambivalencia moral de sus deseos. Su narrativa es directa, sencilla, sin ningún tipo de floritura que pueda distraerte la llegada a los secretos más oscuros del ser humano, a su psicología y a su poesía del recelo.
Y Amando a Highsmith nos ayuda a comprender la complejidad de sus personajes y como nos llevan siempre hacia un permanente ataque de nervios. Eva Vitija nos acerca a la compleja personalidad de la escritora gracias a la aportación del Archivo literario suizo, como de los diferentes testimonios de amigas, amantes que conocieron a la creadora del asesino Tom Ripley. La película nos llevará hacia el lado menos conocido de la escritora de la primera novela en la que el amor entre lesbianas tenía un happy ending: Carol. Una obra que es un símbolo de la sociedad asfixiante en la que vivió la creadora de Extraños en un tren, una novela que tuvo que firmar con seudónimo debido a la repulsión hacia estos temas por parte de la puritana sociedad estadounidense. Pero esta sureña con espíritu neoyorkino vivía libremente su sexualidad en la ciudad donde un atisbo de libertad recorría sus calles.
El documental nos muestra a una persona que se vio obligada a llevar una doble vida, donde el amor era su verdadero motor. Iremos descubriendo el puzzle de la compleja personalidad de Patricia, vislumbramos la inteligencia y seducción de Ripley, la fascinación de Therese por Carol, la embaucación de Bruno a Guy de Extraños en un tren. Un documental que te llevará a recuperar, de nuevo, la literatura de esta maestra psicológica humana que es Patricia Highsmith y seguramente a volver a la cinematografía basada en sus películas. Carlos Garries.
Brighton 4th (Levan Koguashvili)
Este drama georgiano de estilo sobrio y con algún que otro aire de tragicomedia, se va desarrollando de manera lenta, lo que, al inicio, puede dificultar sumergirte en la historia. Un film cercano, familiar, hecho desde la admiración y el cariño a la realidad que nos presenta: la vida de la Comunidad de Europa del Este en la famosa ciudad que nunca duerme de la que no vemos ni la mas mínima sombra de la Nueva York que se acostumbra a ver en las películas. Levan Koguashvili nos muestra una visión muy diferente a través de un escenario antiguo y descolorido situado en una ciudad apagada y muy desaturada, incluso llegando a parecer que algunos planos están en blanco y negro. El ritmo pausado del largometraje da espacio para contemplar la belleza de la composición de imágenes en tonos grises y marrones. Brighton 4th no es una película para ver, sino para sentir, para dejarse llevar empatizando con los personajes y acompañar al protagonista —interpretado por Levan Tedaishvili— en una nueva experiencia y reto como padre entregado y preocupado que daría lo que fuera por su hijo. Un protagonista que da sentido a una historia que no podría acabar de otra manera. Judith Pérez.
Copilot (Anne Zohra Berrached)
Sorprendente la tercera película de Anne Zohra Berrached (habrá que recuperar sus anteriores trabajos 24 Weeks y Dos Madres). Indudablemente podemos emparentar al film directamente con el enfoque que dos obras que se han realizado en este país como Sinjar (Anna M. Bofarull, 2022) y 800 metros (León Siminiani, 2022), películas delicadas que se replantean la integración del mundo musulmán en la sociedad occidental. Copiloto es un drama donde una clásica historia de amor se convierte en un choque sociocultural que todavía, a día de hoy, está por resolver. El amor entre Asli (fascinante y dulce interpretación de Canna Kir) y Saeed (persuasivo Roger Azar) nos lleva hacia esta historia de 5 años que comienza en aquellos explosivos mediados de los noventa donde la semilla del fundamentalismo (de todo tipo) se ocultaba detrás de una falsa libertad que comenzaba a caminar en aquellas autopistas de la información llamadas internet. La cámara inclusiva de la bavaresa Anne Zohra profundiza en la vida de los protagonistas en de nuevo una “coming of age” en la que a través de sus diálogos iremos percibiendo la brecha que se produce entre Saeed y sus amigos occidentales, incluso las diferentes visiones sobre la vida que tiene la pareja de amantes que buscaban un brillante futuro, ella como una gran investigadora médica y el como piloto al que el destino les deparará un sorprendente papel en la historia mundial. Copiloto es sin duda una de esas sorpresas por la que merece la pena seguir creyendo en el cine. Carlos Garries.
Evolution (Kornél Mundruczó) & Los secretos de mi padre (Vera Belmont)
La memoria es uno de los pilares sobre los que se asientan las sociedades; y, en los próximos años, jugará cada vez más importante. En esta edición del Atlàntida se han dado cita dos obras que abordan los fantasmas del Holocausto, pero que se abordan desde puntos de vista diferentes, con estilos diferentes y con objetivos diferentes: Los secretos de mi padre y Evolution.
En primer lugar, la cinta de animación de Vera Belmont adapta el cómic autobiográfico, Second Generation, de Michel Kichka, hijo de Henri Kichka, superviviente de Auschwitz que dedicó su jubilación a recordar a las nuevas generaciones el horror de los campos de concentración. Los protagonistas son la relación entre el Michel y su padre y entre Henri y Auschwitz. En otras palabras, ese conflicto intergeneracional representa la relación entre pasado, presente y futuro. Una relación complicada, donde el dolor y las distancias hacen que no siempre sea fácil tomar las decisiones correctas y puede llevar a lugares muy oscuros. Es decir, la versión didáctica y animada de El portero de noche (Liliana Calvani, 1974). Es en su vocación didáctica donde encuentra una solución a esa espiral autodestructiva, una respuesta que ya estaba, oculta e imposible, en el film protagonizado por Charlotte Rampling y Dirk Bogarde: el diálogo y la honestidad. En el paseo por Auschwitz junto a su padre está el futuro.
En otro mundo vive Kornél Mundruczó, que nos entrega una de las joyas de esta edición del Atlàntida Film Fest. El director tras Jupiter’s Moon (2017) realiza una obra dividida en tres partes independientes entre sí: la primera, tres hombres limpian una cámara de gas tras la liberación por parte del ejército soviético; la segunda, una madre con ataques de senilidad e hija recuerdan sobre el Holocausto y sus consecuencias; y, por último, Jonás es un joven judío que reniega de su tradición por los ataques antisemitas que recibe en un colegio de tradición cristiana. Tres brillantes planos secuencia y tres puestas en escena distintas que ilustran las distintas fases de un recuerdo, desde su descubrimiento hasta su olvido por las nuevas generaciones. De esta forma, el director húngaro, no sin dosis de simbolismo, advierte que la tendencia cíclica de la Historia se para con un constante trabajo de memoria; y, en tiempos en los que la memoria histórica es despreciada por los gobiernos, el cine —las historias, la ficción— se erigen como un pilar fundamental. Solo queda esperar que no queden sepultadas por el streaming ni olvidadas por la crítica y el público. Jorge Sánchez.
Girl Picture (Alli Haapasalo)
Al igual que La colina donde rugen las leonas, Girl Picture también está protagonizada por tres chicas jóvenes, provenientes de un contexto completamente diferente y centrándose más en sus experiencias afectivo-sexuales. La película finlandesa es un coming of age que incide en la importancia de la comunicación en las relaciones, gran parte de los conflictos de la misma (amistosos, de pareja, familiares) se resuelven con el diálogo y con la verbalización de los sentimientos de las protagonistas. Mimmi se siente alejada de su madre y olvidada a causa de su hermano pequeño. Emma está demasiado enfocada en su carrera como patinadora artística, no encontrando vida fuera de ello. Rönkkö está preocupada por sus relaciones con los chicos, incapaz de disfrutar. Cada una desde sus respectivos contextos se enfrentan a sus inseguridades a través del sarcasmo, algún enfado, pero sobre todo diálogo. Las tres protagonistas pueden definirse individualmente, a pesar de que Mimmi y Rönko son mejores amigas, tienen vidas a parte, al igual que las historias de Mimmi y Emma no sólo se centran en su relación romántica. Con ecos de Euphoria por sus colores, la nostalgia de la imagen, sus ganas de diversión y experimentar relaciones y la mención de la salud mental, Girl Picture muestra una perspectiva mucho más amable y esperanzadora tratando con cariño a sus personajes y proporcionándoles siempre una vía de escape. María Valdizán Cuende.
Futura (Alice Rohrwacher, Pietro Marcello, Francesco Munzi)
Tres de los directores italianos jóvenes de mayor renombre internacional —Alice Rohrwacher, Martin Eden, Francesco Munzi— se unen, pupilos de Pier Paolo Pasolini y de su Comizi d’amore (1962), para recorrer Italia cámara en mano y preguntar y escuchar a las nuevas generaciones por su futuro, por su presente y, en ocasiones, por su pasado. Con un marcado discurso socialista, que puede llevar a dudar de la imparcialidad de las escuchas de los cineastas, la obra analiza la sociedad contemporánea. El resultado es tan desperanzador como revelador. El trío muestra a una generación machacada por una economía globalizada, que solo ha hecho que expandir la precariedad y la pobreza, por una sociedad individualista y por una educación, inútil, al servicio de lo primero. Los momentos más interesantes se encuentran en aquellos instantes dónde quedan cristalizadas las diferencias entre clases sociales de los entrevistados (algo que hace que se eche de menos también una mayor incisión en las diferencias geográficas y subculturales). Si bien evitan caer, como le ocurría a Pietro Marcello en Martín Eden (2020), en el individualismo que critican al asociarse y al hacer indistinguibles las partes de cada uno, el uso del negativo y de una puesta en escena acaramelada, que tanto recuerda a la puesta en escena de la obra citada, revelan un carácter romántico antitético a los preceptos que fundamentan este documental. Pese a todo, estamos ante una de las obras de este festival y (quizá) del cine italiano reciente: un retrato que pretende desmentir todas esas proclamas que culpan a las nuevas generaciones de los nuevos males del mundo, y enseñar que, pese a ser individuos formados, no tienen futuro. Jorge Sánchez
Kung Fu Zohra (Mabrouk El Mechri)
El humor se entremezcla con el Kung Fu en un cuento de emancipación de la protagonista frente a su maltratador. Mabrouk El Mechri conoce los códigos del género y los subvierte dando paso a un relato sobre la violencia doméstica que, a pesar de ser llevado con un tono cómico, no banaliza la crudeza de la situación. En estos términos y a través de la hipérbole, deja de colocar a las víctimas sólo como tales y las homenajea recalcando su autoreafirmación (a través del heroismo) más allá de esa posición. Zohra además de esposa, ama de casa y madre (aunque es un rol clave en su identidad) tiene una vida, un trabajo en el que destaca y disfruta, amistades e intereses propios (el Kung Fu siempre llamó su atención, no solo llegó a ella como un recurso de defensa hacia su pareja). Aunque es un personaje definido a través de su contraparte masculino e incluso por la ausencia de su padre, Zohra tiene la capacidad de redefinirse. El Mechri crea un ritmo fluido pasando de lo dramático al humor y a la acción representando las dinámicas de manipulación y maltrato machistas en una pareja, con especial atención en su faceta como padres. Salvo por las escenas más relacionadas con las artes marciales (incluida la maravillosa escena postcréditos) su estética puede resultar genérica, asemejándose a otras comedias familiares francesas que llegan a nuestro país. María Valdizán Cuende.
La travesía (Florence Miailhe)
Existe una tendencia en los últimos años que surge como reacción al predominio de la animación digital, generalmente en 3D, que predominan en las pantallas de cine como consecuencia del giro que ha dado la animación norteamericana (Pixar, Disney, Skydance) de celebrar la animación analógica, en muchos casos radicalizando su forma. Uno de esos casos, quizá el más sonado por su ingente labor de producción, es Loving Vicent (Dorota Kobiela & Hugh Welchman, 2017), que recreaba en animación al oleo cuadros y pasajes de la vida del pintor postimpresionista. Pero existen más títulos, desde los títulos de las resistentes Laika y Aardman hasta Calamity (Rémy Chayé, 2020) o Las vidas de Marona. Quizá con esta última sea el parentesco más cercano que podemos encontrar a La travesía.
En ella, encontramos una historia de dos hermanos que huyen de una guerra y pasarán por diferentes penurias hasta conseguir cruzar la frontera y llegar a casa de sus tíos (un argumento muy similar al que tiene que recorrer Marona, pero con matices distintos). La historia, el argumento, sus temas, sus personajes son lo de menos, hasta el punto que pueden lastrar el conjunto; sin embargo, su propuesta animada es lo suficientemente potente como para que la película llegue a terrenos interesantes. Como en la película de Anka Damian, la plasticidad de la propuesta (con una paleta con predominancia de amarillos y rojos y una clara tendencia al expresionismo, como en la cinta belga) es lo suficiente potente – y lo suficiente rara avis- como para que den igual y caer rendido ante la película. Esto puede verse de forma positiva, pues encontramos una estética más pura, más cercana al arte por el arte; sin embargo, también puede observarse desde una óptica negativa: el relato del genocidio, del éxodo y del dolor de las víctimas reales (cabe recordar que está basada en los hechos reales de la familia de la directora) pasan a un segundo plano en favor de la forma artística. Entre esos dos mundos se mueve La travesía, una bella obra cuyo valor depende en gran medida de su contexto. Jorge Sánchez.
Pequeño cuerpo (Laura Samani)
Presentada en la Semana de la Crítica del año del reencuentro, la opera prima de Laura Samani narra los intentamos de una madre de dar nombre a su hijo mortinato. Así, comienza una road movie por los paisajes rurales de la Italia del XVIII cuyo fin último es evitar caer en el vacío existencial. Estamos, por tanto, ante una película de calado metafísico que se envuelve bajo el manto de película de corte histórico y de película feminista -dos ideas que están en la cinta, pero secundarias- para reflexionar sobre nuestra existencia. Lo desconocido cobra presencia a través del limbo, que se convierte en agujero negro a evitar. Frente a eso, la seguridad de los rituales y la tradición que, pese a no ofrecer respuestas y soluciones siempre, se construyen como principales valedores contra el vórtice. Rituales y tradiciones que se sustentan en las palabras repetidas, en cánticos, en fórmulas mágicas,… Así, se subraya la importancia del lenguaje a la hora de dar forma al mundo. Dar nombre a una persona, a un objeto o a un lugar es conocerlo. Destaca, sin embargo, una puesta en escena que se aleja del pictoricismo con el que se suelen aproximar las obras de época, para introducir una mirada cercana al documental (cámara en mano, paisajes naturales, vestuario realista muy logrado) similar a la que han esgrimido muchas cineastas de la actualidad para tratar los temas sociales de hoy. De esta forma, rompe la distancia histórica entre el tiempo representado en la película y el tiempo de su producción y recepción. Una obra sólida que esconde grandes preguntas y grandes ideas en una apariencia pequeña. Jorge Sánchez.
Softie (Samuel Theis)
Ganadora de esta edición de la Atlàntida es una propuesta sensible y empática que invita al mundo interior de un chico de diez años que acaba de mudarse con su madre y sus dos hermanos a Forbach. Durante el nuevo curso Johnny empieza a descubrir su sexualidad, por el interés que empieza a desarrollar por su profesor. A pesar de ser una historia marcada por la orientación del pequeño protagonista, y que esto da paso a gran parte del conflicto, el contexto cobra más importancia que la historia LGTBIQ+. El niño viene de una familia donde él tiene que sostener gran parte de responsabilidades, cuidar de su hermana, hacer la compra y a veces preocuparse también de su madre. Así el interés por su profesor también se desarrolla debido al apoyo intelectual y creativo que le brinda, demostrando la necesidad de atención del niño y haciéndole reflexionar sobre sus aspiraciones. La cámara se acerca con delicadeza a la realidad y la mente de este niño sensible y demasiado maduro para su edad.. María Valdizán Cuende.
Tralala (Arnaud Larrieu y Jean-Marie Larrieu)
Tralala es una nueva comedia musical marianista (¿Te suena La Llamada (Javier Ambrosi y Javier Calvo, 2017)?), pues en la nueva apuesta de los hermanos Larrieu se explota ese espíritu imaginario presente en su cine, llevándolo su máxima expresión a través de un viaje de peregrinación Lourdes a ritmo de todo tipo de canciones, desde sentidos blues al rock de autor, a la música disco en una decadente Boite o a la carnalidad de los temas interpretados por la sensual Mélanie Thierry. El film nos narra la odisea de un cantante callejero llamado Tralala (estupendo y enigmático Mathieu Amalric) en el momento que se cruza con él una posible aparición, en forma de una bella adolescente, que le anunciara su posible redención en la espiritual Lourdes. Tralala, en su primera parte, es una sorpresa tras otra sorpresa donde nuestro antihéroe irá descubriendo el destino que le espera en ese paraíso de la peregrinación comercial cristiana pasada de moda, y , al igual que Sandra Bullock en Mientras dormías (John Turteltaub, 1995), irá descubriendo esa nueva familia donde los secretos y las mentiras son un marchamo de su linaje. Tralala es una loca comedia musical cristiana en la que los hermanos Larrieu vuelven a demostrar que sus películas siguen siendo auténticas marcianadas divertidas, con las que bajo una aparente superficialidad, surge una historia de enredos y sonrisas . Y ahora me vuelvo a disfrutar con el sensual baile de Melanie Thierry entre los pasillos repletos con bolas de nieve de la virgen de Lourdes, mientras me susurra su apasionante hora de amor con el misterioso amante forastero. Carlos Garries.