Ficha técnica:
Título original:
Jaula
Director: Ignacio Tatay
Duración: 106 min.
País: España.
Idioma: Español.
Intérpretes:
Elena Anaya, Pablo Molinero, Eva
Tennear, Esther Acebo, Carlos Santos,
Eva Llorach, Eloy Azorín.

Sinopsis: Paula y su marido regresan en coche de una cena. Repentinamente, se topan con una niña deambulando sola por la carretera. Dos semanas más tarde, tras conocer que nadie la reclama, deciden acogerla en su casa temporalmente y así también dar un giro a su vida de pareja. No será fácil, ya que la niña vive obsesionada con la fantasía de un monstruo que la castigará si sale de un cuadrado de tiza pintado en el suelo. Tras el fuerte vínculo que crean ambas, Paula iniciará un viaje por caminos oscuros para intentar descubrir el enigma del pasado de la niña.
Crítica:
Son muchos los directores que a lo largo de la Historia del Cine han decidido dar el papel protagonista a un niño en sus películas de terror, y no necesariamente para interpretar a seres malignos. Desde la inocencia de Danny Torrance (El resplandor, Stanely Kubrick, 1980) a la manipulación de Esther Coleman (La huérfana, Jaume Collet-Serra, 2009) o la maldad de Damien Thorn (la saga de La profecía). Está claro que de estas decisiones han salido grandes clásicos que a día de hoy son considerados obras maestras: El exorcista (William Friedkin, 1973), Los chicos del maíz (Fritz Kiersch, 1984), El sexto sentido (M. Night Shyamalan, 1999) y un largo etcétera. Pero, ¿qué tienen los niños de especial que hacen que funcionen tan bien dentro de este género precisamente tan poco dirigido a ellos?
Es posible que la inocencia que les caracteriza contrarreste de manera magnífica la maldad y el horror de las películas de esta categoría. O quizá sea la confusión de ver como un ser tan indefenso pueda albergar una perversidad tan consciente o tener la capacidad de manipular de forma tan retorcida a quien le rodea. También podría ser la impotencia ante situaciones en las que un ser tan vulnerable pueda llevar el demonio dentro. No se sabe exactamente por qué; lo que está claro es que esta fórmula funciona y los niños tienen algo especial. Conocedores de esto, Isabel Peña e Ignacio Tatay, guionistas de este largometraje, y gracias a Eva Tennear —el resto del reparto también hace un trabajo impecable—, que cumple con creces en este papel principal, logran un gran resultado.
Además, este asfixiante drama de terror repleto de misterio, de mucha soledad y de una inquietud constante tiene una calidad técnica que acompaña al equipo artístico y que, a través de la imagen, el movimiento de cámara, el montaje y el sonido, nos traslada dentro del film. Imágenes con tendencias a los contraluces azulados y blancos y a los planos oscuros con poca luz que, con el temblor clásico de la cámara en mano aumenta, el desequilibro y el nerviosismo. Un montaje que muestra lo que tiene que mostrar cuando lo tiene que mostrar; mezclando pasado y presente sin confundir. Otro de los aspectos a destacar, y que hace a esta película inquietante, es el sonido: chirriante en ocasiones y con cortes bruscos muy acertados. Se eleva la tensión escena a escena, dejando pequeñas píldoras a lo largo del largometraje que plantan cada vez más dudas en el espectador.
El perfecto simbolismo que representan los árboles altos que rodean la casa como barrotes de una jaula gigante nos pone en situación. Pero se puede establecer una gran lectura fuera de lo puramente visual. Cada uno de los personajes vive dentro de su propia jaula. Ellos son su propia jaula. Allí habitan miedos, inseguridades y traumas. Sin la necesidad de una línea de tiza —gran recurso artístico, sencillo, efectivo y atractivo— que les limite. Viven dentro de una jaula mucho más peligrosa que una física: la psicológica. Puede ser la obsesión por la maternidad y el miedo a no poder formar la familia que deseas; el miedo a tu pareja y a su maltrato psicológico; el miedo a todo, porque no conoces otra vida que la de estar encerrada.
¿Somos todos nuestra propia jaula llena de miedos que no dejamos ir? ¿Somos nosotros los que nos ponemos limitaciones? ¿Es posible salir? Muchas veces valentía y fuerza, otras la necesidad de ayudar a alguien más y a veces solo por pura supervivencia.
Ignacio Tatay hace que un escalofrío nos recorra de arriba a abajo cuando, acercándose al final, van resolviéndose las incógnitas. La desolación inunda al espectador, al igual que a los personajes, al darse cuenta de que lo que estamos viendo en pantalla no se aleja tanto de una cruel y dura realidad que tanto se encuentra en las noticias: la realidad supera la ficción.