Ficha técnica:
Título original:
Amsterdam
Director: David O. Russell
Duración: 135 min
País: Estados Unidos
Idioma: Inglés, francés
Intérpretes: Christian Bale,
Margot Robbie, John David
Washington, Chris Rock,
Anya Taylor-Joy, Zoe Saldaña,
Mike Myers, Michael Shannon,
Rami Malek, Robert De Niro,
Andrea Riseborough, Taylor Swift,
Timothy Olyphant

Sinopsis: Epopeya romántica sobre tres amigos que se ven envueltos en una de las tramas secretas más impactantes de la historia de Estados Unidos. Basada en hechos que se mezclan con ficción.
Crítica:
Un médico lisiado, una enfermera dadá y un abogado afroamericano van a ver a un veterano de la Primera Guerra Mundial para detener una organización filofascista. Ese el planteamiento nuclear de la nueva comedia de David O. Russell, quién regresa al mundo del largometraje tras siete años de pausa. Con un reparto estelar (Christian Bale, Margott Robbie, John David Wahsington, Taylor Swift, Mike Myers, Michael Shannon) como principal atractivo, el director de Tres Reyes (1999) busca recolocarse en una industria que le dio la gloria muy seguida. Joy (2015), La gran estafa americana (2014), El lado bueno de las cosas y The fighter (2010) estuvieron entre las películas más comentadas de sus respectivas añadas y le repararon numerosos premios y nominaciones; así que el cineasta nacido en Nueva York vuelve del descanso (¿las acusaciones de abusos influyeron?) con la misma fórmula que le llevó al éxito: muchas estrellas de primer nivel, muchas pelucas y prostéticos y mucha comedia.
Esta vez nos traslada al Nueva York de 1933, donde los veteranos de guerra luchan por sus derechos, la crisis posterior al Crack campa por las calles a sus anchas y recién en la Casa Blanca se encuentra Franklin D. Roosvelt; al mismo tiempo, las primeras olas del feminismo y de los derechos civiles empiezan a ser contestadas por los movimientos conservadores y las vanguardias artísticas y el optimismo económico comienzan a desinflarse. Un caldo de cultivo ideal para la conspiración y la ultraderecha y un terreno muy fértil para establecer lazos y puentes con el presente.
Inspirada en hechos reales —en una maniobra muy similar a la de Infiltrado en el KKKlan o, salvando las distancias, a la de Fargo—, la cinta sigue a estos tres personajes en sus intentos de limpiar su nombre y acabar con la conspiración fascista. Con una estructura tan errática como un cadáver exquisito y unos personajes tan pintorescos que rozan la caricatura, es en su inmersión en el esperpento y en el las formas irregulares donde cala con mayor profundidad su mensaje antifascista. Frente al orden que prometen los movimientos de ultraderecha, la vulgaridad del peinado de Burt Berendsen (Christian Bale), el arte dadaísta de Valerie (Margot Robbie) y la integridad de las Fuerzas Armadas/General Gil Dillinbeck (Robert De Niro); frente a la rectitud fascista, la estructura irregular, pero orgánica, las líneas diagonales que parten el cuadro, las actuaciones histriónicas —un Christian Bale entregadísimo es la fuerza que sostiene la película— y la comedia, cercana al absurdo, se revelan como el antídoto.
Una aproximación un tanto ingenua y bohemia, que puede pecar de romántica —esa Ámsterdam como la Arcadia feliz, libertina y libre, que se fue, pero por la que luchar y progresar—, pero que sí acierta en no pocas ocasiones a la hora de realizar su diagnóstico. Quizá la interesante, por ser tan patética como precisa, es la comparación de las ideologías fascistas con el cuco, como un parásito que termina por hacer desaparecer cualquier estructura social. Y no hay que olvidar quienes abren las puertas: un oligopolio de grandes empresas y medios de comunicación.
A pesar de todo, no logra entrar en las grandes ligas, si bien se trata de una cinta disfrutable, entretenida y divertida. Quizá sea que su apuesta por el esperpento e, en mayor o menos medida, es superficial o que no hay una voluntad discursiva contundente, sino una de floritura personal. Quizá sea la poca entrega de algunos actores; o quizá sea ese final anticlimático. Sea como fuere, Ámsterdam no se muestra a la altura. O quizá simplemente sea su contexto. ¿Qué nos dice de nosotros que una película como esta fracase no solo en taquilla, sino también a nivel crítico? ¿Cuáles son nuestros cánones y estándares? Quizá, dependiendo de la rigidez de las respuestas, la película viene con contrarréplica involuntaria. Pero eso ya para otro día, pues no es la obra adecuada para esa reflexión. Entre tanto, disfrutemos del esperpento antifascista.