Felix Viscarret dirige con inteligencia y delicadeza la adaptación de la novela de Juan José Millás, Desde la sombra, que comienza con lo que, a primera vista, podría ser el final, entregándose al suspense y al thriller para, poco a poco, irse dejando caer por distintos géneros, provocando una arriesgada mezcla entre ellos.

Las grandes interpretaciones de los protagonistas tendrán mucho que ver en la credibilidad de las disparatadas situaciones. Paco León inunda la pantalla dando vida a un personaje nada fácil y con un amplio abanico de matices: Damián, un hombre tranquilo, solitario y asocial recién despedido que, de forma fortuita, acaba dentro de un armario en la casa de una familia de desconocidos, en la que sin mucha contemplación, decide cohabitar con ellos. Lo que comienza como una extraña y perturbadora decisión, alentada por lo que puede parecer un sentido de la curiosidad llevado al extremo, termina convirtiéndose en un entramado lleno de giros que juegan con los límites de lo real y de lo moral. El espectador es participe de la vida de la familia de la misma forma que Damián, viviendo la película desde la posición de este misterioso protagonista, y termina por descubrir quienes son los miembros de esa familia, de la que sin haberles otorgado poder de decisión, ahora él también forma parte. Damián es cautivado en especial por uno de esos miembros, Lucía, la otra gran personalidad de la película a la que Leonor Watling da vida. Una mujer perseguida por un duro recuerdo de la infancia que se pondrá de manifiesto con la llegada de una antigua reliquia familiar, contenedora de un gran significado para ella.

Todo esto, llevado al terreno visual, se materializa a través de escenas y planos realmente cuidados y con una alta presencia de escenas fuera de campo, llegando a mostrar poco o incluso nada. Siempre como si el público se tratase de un espía más, observando los movimientos a través de, desde detrás de o entre algo. Estas situación y las formas en las que son contadas podría ser para muchos una experiencia completamente claustrofóbica, sin embargo, para Damián vivir dentro de ese armario es una salvación, un lugar de libertad. Ver sin ser visto desde la soledad de sus pensamientos. Estas escenas en las que no se deja ver nada más que lo imprescindible mantienen al público en un estado de tensión continua desde el inicio hasta el final. Sin privarnos de locas escenas cómicas en las que vemos resquicios del habitual Paco León, fuera en este papel, de donde se le acostumbra a ver.

Este film recuerda, aunque salvando las distancias, al thriller de terror de Jaume Balagueró, Mientras Duermes (2011), y a la aclamada obra de Bong Joon-ho, Parásitos (2019). Sin embargo, No mires a los ojos nos lleva por un terreno mas onírico, menos compresible dentro de la tangibilidad de lo físico. Y dista de ambas en un importante aspecto: la percepción que el espectador tiene del personaje “oculto”. Y es que Damián no resulta realmente perverso. A medida que se desarrolla la trama se irán presentado giros que harán plantearse al espectador la veracidad de las imágenes en pantalla, qué es lo que realmente están viendo y donde desembocará. Será aquí, dentro de aspecto incorpóreo donde la fantasía y la psicosis se confunden, estando la belleza en saber ver el sentido dentro del sinsentido. Porque, ¿puede ser real algo que solo existe en tu cabeza?

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