Ficha técnica:
Título original:
Azor
Director:
Andreas Fontana
Duración: 104 min
País: Argentina, Francia,
Suiza
Idioma: Inglés, francés y
español
Intérpretes: Fabrizio
Rongione, Stéphanie Cléau,
Alexandre Trocki, Elli
Medeiros, Yvain Juillard,
Gilles Privat, Juan Pablo
Geretto, Carmen Iriondo,
Pablo Torre Nilson, Juan
Trench.

Sinopsis: Argentina, diciembre de 1980. El banquero privado Yvan De Wiel llega desde Ginebra para sustituir a su socio que ha desaparecido misteriosamente en la Buenos Aires militar. Moviéndose por una sociedad vigilada, se encuentra desenredando una siniestra red de colonialismo, altas finanzas y la “Guerra Sucia” de una nación.
Crítica:
«Cállate, que estás más guapo» podría ser un buen resumen de Azor, la opera prima de Andreas Fontana, presentada en la sección Encuentros de la Berlinale. Este thriller político de cocción muy lenta y de bellos planos fijos -que recuerdan al cine de Pablo Larraín- nos presenta un viaje al epicentro de la corrupción moral, a la dictadura del dinero y a la locura; un viaje para descubrir cómo la banca, desde los años 80, se consolidó como la base cultural de Argentina -como mucho de esta película, extrapolable al mundo entero-, desplazando al viejo sistema familiar; un viaje, en definitiva, a los cimientos del presente. Así que también «de aquellos polvos, estos lodos» podría ser un buen resumen.
El clima sociopolítico de la dictadura Argentina se esboza, dando la información justa. Hay menciones a las desapariciones y el silencio fantasmagórico impregna todas las reuniones. El camino que realiza el banquero le sirve al cineasta -sendas figuras tienen momentos donde se solapan- para crear una fotografía más o menos fiel de las altas esferas argentinas: viejos terratenientes refugiados en La Pampa, empresarios especuladores, abogados desleales,… No obstante, la película va más allá del comentario histórico concreto para adentrarse en un terreno político universal. Es una cinta sobre los secretos y sobre el silencio. Es una obra de susurros, de palabras dichas al oído, de conversaciones ininteligibles, de ausencias y de miradas. Es una película sobre la gente que trafica con secretos y sobre aquellos que se aprovechan del miedo. Y Andrea Fontanas lo rueda en silencio, pero mimando el cuadro.
Hay algo del Dale Cooper de Kyle MacLahlan o del capitán Willard de Michael Sheen en el banquero suizo de Fabrizio Rongione de rostro implacable, siempre perdido en la jungla de la alta sociedad argentina. Y hay algo del Coronel Kurtz en el fantasma siempre presente de Keys, el compañero desaparecido de Del Wiel que sirve de mcguffin para el desarrollo de la trama, como un hombre que descendió a la locura y que parece marcar el camino que seguirá Yvan. Los parecidos con Apocalypse Now y, por extensión, con El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad no solo solo sutiles, fruto de la adaptación del arquetipo, sino también literales (la selva y la balsa del último capítulo). Es en este último capítulo cuando se abandonan los planos fijos que habían sido la norma a lo largo de toda la cinta y el banquero comienza a actuar por su propia cuenta e incluso a ir y a hablar más lejos de lo que debiera.
Precisamente, en relación con uno de los aspectos más problemáticos tanto de la novela como de la película, hay un detalle que llama la atención: la identificación que por momentos ocurre entre el protagonista y su director. Ambos suizos intentando desentrañar un mundo desconocido y ambos relacionados con el mundo de la banca privada -el protagonista es banquero, el director es nieto de uno. Es decir, la ligera crítica anticolonialista que el discurso de la cinta parece querer desarrollar se puede aplicar a la propia película.
Por último, solo cabe mencionar, además del ya mencionado trabajo del director de fotografía Gabriel Sandru, una extraordinaria banda sonora minimalista de Paul Courlet -recuerda a las composiciones de John Carpenter- que soporta en gran medida el peso de la tensión y la atención del espectador y un excelente trabajo de los equipos de arte, vestuario y maquillaje, que recrea de forma preciosa la Argentina de los años 80.
Azor es de esas películas que crece a medida que se revisita. Una suerte de thriller político instrospectivo donde acompañamos al protagonista para intentar descubrir un mundo desconocido. Una obra que sabe estar a la altura de sus referentes. Una opera prima que no lo parece. El inicio de la andadura de Andreas Fontana, quien parece que tiene un futuro brillante por delante.