El segundo día de la 67 Seminci puede que sea el más potente de todo el festival y uno de los más diversos. Con películas que vienen de Cannes y Berlín, caminamos desde los vericuetos narrativos de Park Chan-Wook hasta las calles nocturnas de Pakistán, pasando por una romántica cabaña en los Alpes, un apartamento en el París de los 80 y la comedia negra sobre el narcisismo.
Decision to leave (Park Chan-Wook) – Sección Oficial
El director de Oldboy presenta en esta semana de cine internacional de Valladolid una de las películas que más expectación generaba. Un thriller policíaco en el que no falta la acción, el romance o incluso la comedia. Casi dos horas y media de imágenes en tonos oscuros, azulados y grises que nos conducen por un sinuoso camino de obsesiones, manipulación y engaños. Decision to leave está dividida en dos partes. Una primera que sirve para preparar el terreno y sembrar todo lo que veremos en la segunda, la cual comienza gracias a un inesperado encuentro que reaviva una antigua obsesión y no deja al protagonista escapar del pasado. Para desembocar en un final sorprendente e impactante.
La historia se desarrolla de manera lenta y poco a poco se enreda con giros de guion más o menos esperados, pero con una buena y clara puesta en escena , que hace al espectador dudar continuamente sobre quien dice la verdad y cuando, introduciéndole en la delirante mente del protagonista. Judith Pérez.
Ice Merchants (cortometraje, João Gonzalez) – Sección Oficial
Este cortometraje nos narra un drama familiar dentro de un peculiar entorno surrealista, en el que destaca la combinación y el contraste de colores, luces y sombras. Transmite sensaciones, emociones y todo el significado, sin la necesidad de dialogo. Solo imagen y sonido. A través del amor, afecto y ternura en una relación entre padre e hijo y con la utilización de unas simples gorras dentro de un contexto metafórico, su director explica que pretende mostrar la importancia de esos pequeños gestos rutinarios que pueden pasar desapercibidos en las relaciones cotidianas, pero que son realmente importantes. Judith Pérez.
Los pasajeros de la noche (Mikhäel Hers) – Sección Oficial
Sin apenas estructura, o al menos una tradicional (la película empieza tres veces y tiene un buen puñado de finales), Mikhaël Hers lleva al espectador hasta los años 80 con una reconstrucción espiritual y sensorial más que fiel. Con grano y película, con algunos insertos de vídeo, genera una imagen cálida y nostálgica, luminosa y memorística, que recuerda mucho a la fotografía de Una bonita mañana de Mia Hansen-Love. Comparte no pocas características con la cinta de la directora; sin embargo, se distancia en cuanto a lo temático. Los pasajeros de la noche son aquellas personas desarraigadas, ya sea en un sentido literal como Talulah, quién no tiene un hogar fijo, o en un sentido más metafórico como Elizabeth, cuya vida ha dado un giro de 180º; y frente a ese desarraigo está la ayuda al prójimo sin esperar nada a cambio y la familia, sanguínea o elegida. De esta forma, la película se compone de pequeños actos de amor, resultando en una película de momentos conmovedores, al tiempo que se contrapone con el oscuro telón de fondo político que pinta el cineasta francés. Un intento de capturar el lado luminoso vida que no se queda corto. Jorge Sánchez.
III (cortometraje, Salomé Villeneuve) – Punto de encuentro
III narra una historia de infancia y fraternidad. Un bello retrato de la inocencia de tres hermanos, rodeados de una naturaleza salvaje con paisajes y páramos espectaculares junto con los pequeños seres que en ella habitan, los cuales juega un papel protagonista. En palabras de la joven directora canadiense “la naturaleza es una parte central con una influencia directa en el carácter de los personajes y cómo cada uno de los niños interactúa con ella de forma distinta”. Este cortometraje nos muestra los sentimientos a flor de piel, a través de los primeros planos y planos detalles que han sido tratados desde la cercanía y el cariño. Judith Pérez.
Sick of myself (Kristoffer Borgli) – Punto de encuentro
Comenzaba diciendo el director que había leído en algún sitio -no recordaba dónde- que el nivel de inteligencia del espectador estaba directamente relacionado con la aceptación, el disfrute y la valoración positiva de esta película. Sonaron las primeras risas de un sinfín de ellas que continuaron hasta el final de la proyección. O la gente de la sala era muy inteligente o Kristoffer Borgli lo ha hecho realmente bien. Con una imagen dinámica y una estructura clara de principio a fin, destacando el montaje por la capacidad de mezclar de forma increíble un funeral y un polvo.
Dos protagonistas con personalidades complejas, llamativas y muy marcadas centran su vida en una peculiar lucha de pareja por ver quien destaca más y es más popular entre la gente. Esta constante y desesperada búsqueda de atención, que llega hasta niveles insospechados, provoca situaciones descabelladas, totalmente surrealistas y disparatadas, que pensadas en profundidad resultan realmente dramáticas, pero que dentro de Sick of myself llevadas al terreno del humor ácido cobran un gran sentido cómico. Judith Pérez.
Joyland (Saim Sadiq) – Punto de encuentro
Que el protagonista de Joyland, Haider, sea un hombre pusilánime, tímido y vulnerable termina siendo más un problema que un tema (la deconstrucción de la masculinidad tradicional), pues la propia cinta termina contagiándose de esa indecisión. Durante un tiempo asistimos a un baile —bien llevado, todo sea dicho— de los distintos puntos de vista de los personajes principales; sin embargo, al final, todo el peso recae sobre Haider y sus dudas, no en su mujer ni en su amante trans —una táctica de “aliados” con la que nos estamos empezando a familiarizar. Esto minimiza de sobremanera el impacto de la historia (para tomar distancia ya estaba el humor, uno de los grandes puntos fuertes de la obra) y entorpece su discurso.
Cabe preguntarse cuál es el público objetivo de esta película, si el europeo o el pakistaní, pues de ello depende su cobardía o su valentía. No obstante, incluso en el caso de que esté pensada para proyectarse contra la sociedad pakistaní —cosa que dudo, dado la formación del director—, uno no deja de temer que su recepción sea mayoritariamente occidental —y casi exclusiva al circuito de festivales— llevando a una adopción de un paternalismo autoindulgente, fundamentado en la alteridad, por parte del espectador europeo. Cabe recordar que no son tan distintos de nosotros, prueba de ello son todos los movimientos tránsfobos en España, Reino Unido (hola, Jotacá) o EEUU.
Es decir, es una gran película bajo criterios estéticos occidentales (esa impecable fotografía, esos personajes marcados por el destino fatal, ese final), pero que temáticamente quedaría en el montón, salvo por el exotismo de venir de un país musulmán. Por terminar de forma positiva, se agradece, y mucho, un personaje trans que no se limite, pese a los intentos de su director, a sufrir ataques por ser trans y que, sin embargo, triunfe social y económicamente y plante cara a los gallitos y no se ande con tonterías. Y ahí sí se ha adelantado a muchas cintas occidentales. Jorge Sánchez.
Las ocho montañas (Felix van Groeningen, Charlotte Vandermeersch) – Sección Oficial
Hay ocho películas en Las ocho montañas: la de Pietro, la de la relación entre Pietro y Bruno, la de Bruno contada por Pietro, la de la relación entre Pietro y su padre, la de las montañas, la del vacío existencial, la de la sociedad y la de una forma de vida que está a punto de desaparecer. Todas ellas confluyen perfectamente a través de unas pausadas dos horas y media donde discurren temas como la ciudad vs. el campo, el capitalismo, la sociedad, la familia, el individualismo, el romanticismo, la autodestrucción humana, lo sublime de la naturaleza, las relaciones de amistad y románticas, los traumas, la muerte… La vida. Frente a eso, los directores deciden aceptar la futilidad del debate y simplemente rendirse a la inexorable fuerza de la naturaleza, admirándola en todo su esplendor y en cada detalle y aceptándola cuando ésta actúa sin compasión. Como bebiendo de los cuadros paisajísticos del Romanticismo, la puesta en escena genera bellas postales pictóricas a cada plano —el uso del formato cuadrado y de la película subraya ese carácter— que capturan estas ideas a la perfección. La propia película es consciente de la revisitación que hace, propia del mundo actual, que hace del pasado en clave nostálgica y de sus implicaciones reaccionarias y hace lo posible para remediarlo, explicitando algunos temas y embarrando otros. Luca Marinelli da vida a un personaje, Pietro, similar a Martin Eden de la película homónima de Pietro Marcello que, a su vez, también discurre por senderos similares a Las ocho montañas; aquí, sin embargo, la consonancia de todos los departamentos y elementos es tan sincrónica que el actor, que se muestra más contenido y menos exagerado que en la citada película, no sobresale por encima de nadie. Más bien al contrario, uno tiene la sensación de estar ante una obra que, mejor o peor, es exactamente como quiere ser. Jorge Sánchez.