A lo largo del último lustro, Rodrigo Sorogoyen e Isabel Peña se han erigido como una de las parejas más creativas más importantes de audiovisual español, pues, ya sean en cine (El Reino, Quien Dios nos perdone, Madre) o en televisión (Antidisturbios, Apagón), se han consolidado como una de las voces más viscerales del panorama nacional. Este año presentaron en las sesiones especiales del Festival de Cannes, As Bestas, su nuevo largometraje que se postula como una de las grandes cintas del año. Narra el enfrentamiento, basado en hechos reales, entre Antonie (Denis Ménochet) y Olga (Marina Foïs), una pareja francesa que se instala en una aldea del interior de Galicia, y los aldeanos.
Pregunta.: Siendo sincero, tenía otra entrevista preparada, pero acabo de ver la película y…
Rodrigo Sorogoyen.: Eso está bien ¿no?
Isabel Peña.: Para nosotros.
R. S.: Al menos para nosotros, para ti es una mierda (risas)
P.: Bueno, pero lo sacaba a colación, porque se lee que es una película de violencia y no es eso, porque…
R. S.: Da a equívoco eso, sí, la verdad.
P.: …, a través de esas dos partes en las que dividís la película, combináis esa intimidad que teníais en Madre y la violencia de las otras películas.
R. S.: Y la intimidad de Stockholm.
P.: ¿Teníais claro que queríais fusionar vuestros dos estilos?
R. S.: Sí.
I. P.: No.
R. S.: Bueno, no teníamos claro que queríamos hacerlo, porque es una película que nace en 2015. Pero es verdad que conforme hemos ido avanzando y rodando El Reino, Madre, Antidisturbios,… Yo sí lo sabía. A día de hoy o de ayer; a día de escribir la peli evidentemente no. Pero sí te das cuentas de que hay algo, una querencia por este thriller que se nos puede dar bien, por lo que se nos conoce, por la violencia, la tensión, lo masculino. Y luego está esa otra versión que hemos explotado menos, pero que la hemos explotado y la hemos investigado. También estaba ahí y es evidente que tenemos una querencia por ello porque, si no, no se nos hubiera ocurrido la película en esas dos partes. Que es algo que está desde 2015. Desde que ideamos la película, son dos partes: la primera parte es la que has visto y la segunda iba a ser siempre la que has visto.
I. P.: Sí, cien por cien de acuerdo, pero cuando trabajamos no somos tan conscientes de los géneros, de vamos a aunar este género con este género. O incluso de querencias. Somos mucho más intuitivos, o instintivos que racionales. Hacemos lo que nos va saliendo día a día.
R. S.: Y es verdad que tiempo después dijimos «¿te das cuenta que hemos hecho esto?«
P.: El plano fijo en el bar y el diálogo entre madre e hija en la cocina. Dos escenas claves con dos aproximaciones completamente opuestas.
R. S.: En guión eran dos escenas capitales. Eran dos conversaciones de diez páginas de texto, texto, texto… que es el antithriller. No es normal en un thriller ver dos escenas de diez páginas de dos personajes dialogando.
I. P.: La de la hija eran más. Eran catorce…
R. S.: O catorce. Pero las dos están cargadas de una violencia y de mucha tensión. Parece que están hablando de una cosa, pero en realidad están hablando de otra. Entonces, para nosotros, ya eran dos escenas capitales, que nacen de manera muy distinta. Porque la escena de la madre y la hija está desde la versión uno. Sabíamos que queríamos eso. Y, en cambio, la otra al revés. La otra no existía hasta la versión seis o siete de guión, que nos dimos cuenta que estos señores tenían que hablar, porque no tenía ningún sentido que no lo hiciesen. Y nos inventamos. Fue ella quién lo escribió, pero nos inventamos una escena de «si este tipo de verdad quiere arreglar las cosas, tiene que ir al bar a hablar con ellos» y aprovechamos para un cosa muy importante, que dijimos «esto cómo no lo hemos hecho antes»: elevar la película un punto por encima y entender y mostrar el dolor y la tristeza de estos dos personajes antagónicos; que son los malos, hablando mal y pronto, pero son los malos porque tienen sus motivos.
I. P.: Sus miserias.
R. S.: Sus miserias. Eso en el guión. Luego ya a la hora de rodarlo, se me ocurre la manera de rodarlo totalmente distinta porque la película está rodada de manera distinta. Entonces esto tenía que ser un plano fijo sin ningún alarde, con el peso del trípode y ellos explayándose. Y por contraposición me gustaba que la cámara bailase, fluyese entre dos personajes más «libres». Dos mujeres en medio de una cocina, que también era un reto técnicamente muy potente. En un espacio pequeño, de dos personas discutiendo. Y son dos escenas muy violentas, porque se dicen cosas muy jodidas, pero rodadas de manera muy distinta. Y me gustan porque son como dos ejes a los que la película se agarra realmente.
I. P.: Pero, al mismo tiempo, y esto me encanta cómo lo has rodado, son escenas superdestiladas. Están como en la esencia. A nivel de puesta en escena, de dirección, son como la esencia de lo que tienen que ser.
P.: ¿Y los diálogos? Entiendo que los escribiste tú [Isabel Peña]…
I. P.: No, ¿por qué dices eso? El guión está escrito a cuatro manos.
P. : En Jaula hay muchos diálogos así…
I. P.: Pero, si es así, es porque hemos aprendido juntos. De verdad, escribimos a cuatro manos. Yo he aprendido escribiendo con él.
R. S.: De hecho, la escena del bar es suya al 95% y la de la cocina es mía al 95%.
I. P.: En primera versión.
R. S.: Escribimos a cuatro manos, de verdad. Entiendo que en Jaula habrá muchos diálogos que son la ostia (risas).
P.: Por ahondar en estas dos escenas, que son la clave de toda la película y la voz es muy importante, porque es como si fuese música. ¿Cómo lo preparáis?
R. S.: Entiendo lo que dices y opino lo mismo. Pero como creo que es como música… Creo que es como un cuarteto de jazz, donde hay elementos vivos que son los actores que improvisan y sueltan cosas que no tienes por qué haber pensado, planeado o dirigido. Entonces, si cuentas con grandes intérpretes, en los dos sentidos, en el sentido actoral y en el sentido musical, entonces uno propone más, uno escucha más, uno deja libertad… Es verdad que es muy musical; en un diálogo, ya sea plano secuencia o sea una toma de un plano para luego montarlo, hay algo musical. No puedes estar gritando todo el rato; e intentas dirigir eso. Hay que tener buen oído. No sé si lo tengo bueno o malo, pero yo me tengo que fiar del mío y ellos del mío, pero a veces yo me tengo que fiar también del suyo; entonces es todo una especie de magia que se parece mucho a la música. Perdona por seguir con el ejemplo, pero tú puedes dar un concierto de jazz y lo mismo ese mismo concierto al día siguiente no funcionaría. Aunque te haya gustado este, «vamos a repetirlo igual», pues no. Porque depende tanto de las energías y de cómo esté cada uno que lo mismo pasa con las tomas, porque lo haces igual y no funciona y lo que funciona es hacerlo distinto.