Tras la francesa La verdad estrenada en Venecia en 2019, Broker es la segunda película de Hirokazu Koreeda fuera de su país natal, con la que continua con su trayectoria de películas corales. El realizador japonés reflexiona de nuevo sobre la constitución de la familia, uno de los ejes de su filmografía, íntimamente relacionado con el cuestionamiento de los lazos de sangre, funcionando como un gran complemento a De tal padre, tal hijo (2013) y Un asunto de familia (2018). En una emotiva road movie llena de ternura, el cineasta vuelve a retratar una familia no convencional, en este caso formada por una joven que abandona a su hijo para asegurarle un futuro, unos traficantes de bebés y un niño de ocho años ya demasiado mayor para ser adoptado.
Partiendo de las baby boxes se construye una reflexión sobre la maternidad bajo una perspectiva de clase, de la que irremediablemente surgen tres cuestiones derivadas: la adopción, el abandono y el aborto. Las baby box se pusieron en marcha en Corea hacia el año 2009, debido a la baja natalidad coreana, la poca tradición de adopción y la necesidad de protección de niños y mujeres en situaciones de riesgo. Las baby boxes parecían una buena oportunidad para ofrecer a esos niños y a esas madres una nueva vida. Tras esta iniciativa todavía hay una gran crítica por parte de sociedad coreana, que considera, como la policía que dirige la investigación, que está excusando y permitiendo comportamientos irresponsables. Este es el marco social que le sirve a Koreeda como caldo de cultivo para plantar las emociones en su aventura coreana: bajo la irresponsabilidad, las prácticas ilegales y una disfuncional y peculiar familia, encontramos gente en situación de riesgo. Koreeda vuelve a explorar la narrativa de la picaresca y de la construcción de la familia en torno al delito —el actor principal, Song Kang-ho, se ha hecho famoso internacionalmente por otra película trata los mismos temas, aunque desde una visión distinta, como es Parásitos (Bong Joon-ho, 2019)— como en Un asunto de familia, al tiempo que se le da espacio narrativo a las dos policías que les investigan —el realizador juega con la estructura narrativa para definirlas, a medida que avanza la película los intereses de los dos grupos de personajes se invierte. Por medio de estas cuestiones Koreeda se cuestiona los cimientos sobre los que se sostiene la familia: el amor o el instinto de supervivencia.
Los personajes de Broker se conocen por necesidad, económica y emocional, y será esa necesidad el principal elemento que les una. Frente a ello, el egoísmo se presenta como algo natural, heredero del espíritu de supervivencia; sin embargo, el realizador japonés, al abrazar esa contradicción, logra alcanzar una verdad: los seres humanos, en momentos de crisis, se buscan los unos a los otros, incluso cuando parece que están siendo egoístas. Es este humanismo, tan desaparecido en estos apocalípsis cínicos, aquello que hace tan especial y emocionante a las películas del cineasta; y, sobre todo, más real. Más que las películas de desastres hollywoodienses o las producciones europeas que reflexionan sobre las crisis sociales (El colapso, Apagón), pues parte de una idea que no se contempla en esas obras: el mundo actual ya está en crisis, ya es postapocalíptico en según qué lugares del planeta, la sociedad tiene un lado oscuro que raramente sale a la luz. Koreeda nos muestra esos personajes en crisis y esos sistemas que la fomentan, pero, más importante, nos muestra que el hombre no es un lobo para el hombre.
El cineasta japonés construye un relato nostálgico, sin evitar los temas difíciles, pero con la presencia contante del humor para digerirlos —la broma constante de las cejas del bebé o el pequeño viaje al túnel de lavado— y siempre manteniendo esa mirada infantil tan presente en su filmografía a través del pequeño Hae-jin —que se roba todas las escenas en las que aparece. La ternura y los golpes de tristeza se intercalan, al igual que los días y las noches de un viaje por la carretera que se convierte en una montaña rusa de emociones para sus protagonistas. Las composiciones equilibradas les conceden a los personajes la estabilidad que no tienen en sus vidas, pero, al mismo tiempo, parece sugerir que, acostumbrados a los golpes de la vida, nada puede alterarles, definiendo unos personajes rotos por la culpa y el rencor enquistado que en realidad sólo ansían el cariño de alguien a quien considerar familia.
Broker no se presenta como algo nuevo. En la repetición de elementos y tránsito por los lugares comunes de la filmografía del autor, se identifica como algo conocido, como un cuento repetido una y otra vez del que sólo cambian los nombres de los protagonistas. Sin embargo, a pesar de la sencillez de su fórmula, sus imágenes transmiten delicadeza y empatía, con algunas sutilezas como la leche en el baño al comienzo de la película, un par de diálogos sobre un paraguas o pequeñas acciones que suceden en segundo término, que dan profundidad y detalle a una historia que resulta familiar. La misma humanidad de siempre; esa es la idea.
Título original: Broker Duración: 129 min País: Corea del Sur Idioma: Coreano Director: Hirokazu Koreeda Guion: Hirokazu Koreeda Productores: Miyuki Fukuma, Yoon Hye Joon, Eugene Lee, Miky Lee, Dae-chan Song, Kang Ho Sung Fotografía: Hong Kyung-pyo Montaje: Hirokazu Koreeda Música: Jung Jae-il Intérpretes: Lee Ji-Eun, Song Kang-ho, Gang Dong-won, Bae Doona, Lee Joo-young, Bek Hyun-jin, Ryu Kyung-Soo, Jang Gil-woo, Song Sae-byeok
Sinopsis: Una noche lluviosa una joven abandona a su bebé a las puertas de una iglesia. El recién nacido es recogido por dos hombres que se dedican a robar bebés abandonados para venderlos padres dispuestos a pagar una tarifa. Cuando la joven regresa a la iglesia, arrepentida, descubre el negocio ilegal de ambos hombres y decide unirse a ellos para encontrar a los padres adoptivos más adecuados. En este inusual viaje por carretera, el destino de los que se crucen en la vida del niño cambiará radicalmente.