Ficha técnica:
Título original:
Hytti nro 6
Director: Juho Kuosmanen
Duración: 107 min
País: Finlandia, Rusia
Idioma: Ruso, finés
Intérpretes: Seidi Haarla,
Yuriy Borisov, Dinara
Drukarova, Galina Petrova,
Dmitriy Belenikhin,
Vladimir Lysenko, Yuliya
Aug, Tomi Alatalo.

Sinopsis: Una joven finlandesa toma un tren hacia Moscú para ir al yacimiento arqueológico de Múrmansk. Tendrá que compartir su compartimento con un desconocido. Esta convivencia y unos encuentros improbables unirán poco a poco a estos dos seres completamente opuestos.
Crítica:
Por Jorge Sánchez y María Valdizán Cuende
Laura es una joven finlandesa de clase media que estudia arqueología atrapada en una relación estancada. Ljoha es un minero ruso que se dirige a Múrmansk para sacar algo de dinero en una de las principales minas del país. Una es formal y el otro es rudo y maleducado; una está siempre con una videocámara para captar los momentos especiales de su vida; el otro vive agarrado a una botella de vodka. Y ambos comparten el sexto compartimento de un tren de largo recorrido. Y allí aprenderán a aceptar y a aceptarse.
Como todas las películas que se desarrollan en espacios cerrados, el segundo largometraje de Juho Kuosmanen estudia las relaciones entre sus personajes, la relación que tenemos con “El Otro”. Aquí entran variables de clase, ideológicas, de género, culturales, de orientación sexual y un largo etcétera donde podemos incluir cualquier rasgo de la personalidad propia. Una relación marcada por los prejuicios y las ideas preconcebidas y una relación superficial con nuestro alrededor. No en vano, toda la narrativa está condicionada por el punto de vista de Laura, quién se convierte en una narradora no fiable, al menos en los instantes iniciales. También es, por tanto, un viaje más allá de la definición superficial de yo. Es un camino donde el autoconocimiento interno es la llave para alcanzar el conocimiento externo verdadero, alejado de las proyecciones del yo. Mientras Ljoha adopta actitudes machistas como coraza, Laura se decanta por la evitación; y ambos se verán desarmados cuando empiecen a conocerse más a fondo. Es la aceptación de aquellos elementos profundos que los unen y no quedarse en los superficiales que los diferencian la clave para alcanzar unas cotas de profundidad sublimes.
Y como algunas de las mejores películas que se desarrollan en espacios cerrados (La diligencia, 12 hombres sin piedad) ese espacio habla de la sociedad en su conjunto. Si bien el tratamiento social que tiene la cinta es más abstracto y filosófico que sociológico, sí logra alcanzar los fundamentos de las interrelaciones humanas: el yo, el otro y la empatía. Al fin y al cabo, una sociedad empieza con dos personas. No obstante, todo ello se construye para alcanzar unas conclusiones mucho más personales y románticas de nuestra existencia.
La constante presencia de los petroglifos como objetivo último de la protagonista, convirtiendo esta desesperada obstinación en el rasgo más característico de su personalidad, incide en el deseo de permanecer en el tiempo. Algo que se complementa con la constante presencia de la videocámara, como forma de captar el presente para el futuro, pero también de revivir el pasado —una idea que entronca con el uso de película analógica y el propio carácter registral del cine. Un miedo al que un tren y un joven ruso la obligarán a enfrentarse con un resultado de gran calado romántico: el presente es efímero y etéreo y, si estamos en el pasado o en el futuro, se lo perderá. De esta forma, pone en valor, como un abstemio carpe diem, las relaciones cortas e intensas, que no se mantienen en el tiempo, pero siguen siendo igual de válidas porque dejan una marca indeleble. Pero también es una dialéctica que se puede entender en clave materialista: el valor inmaterial de las relaciones humanas (más importantes) frente a las frías piedras.
Otro de los grandes temas, tanto por la vía romántica como por el hecho de estar en un espacio cerrado, es la libertad. Para el director finlandés, eliminar cualquier “salida de emergencia” —literal, al verse en el compartimento de un tren en movimiento, pero también metafórica pues se ven obligados a coexistir— es su forma de decir que “la libertad es no hacer lo que te dé la gana”; en cambio, ésta se alcanza a través de la aceptación del otro y de las limitaciones propias. Así el tren se convierte en la representación de su vida y su destino.
Marcado por un tono nostálgico, los momentos que comparten los dos protagonistas se caracterizan por esa sensación de recuerdo, de mirar con cariño, una experiencia vital que les define y construye como personas —de forma similar, pero menos melancólica, que Lost in translation (Sofia Coppola, 2003). A través del grano del celuloide y los puntuales insertos de la videocámara de Laura, asistimos a su experiencia como si fuera mirada desde el futuro, conmemorando tiempos pasados y anhelando revivirlos a través de la memoria —la acción se desarrolla a finales de la década de los 90. En esa mirada hacia el pasado se atisba cierta ingenuidad e inocencia, que a su vez les llevan a encontrarse en posiciones vulnerables, motores de esos instantes de conexión sobre los que se forma esta peculiar amistad. A pesar del reducido espacio del compartimento, Kuosmanen lo presenta como un lugar familiar, con una fotografía que tiende a la calidez frente a la frialdad de los incómodos encuentros iniciales entre los dos protagonistas, del exterior y de Murmansk.
Con Compartimento Nº 6, Juho Kuosmanen participa del cine nostálgico que está tan de moda últimamente en las esferas autorales, pero lo usa para cuestionar la base de las relaciones humanas. Pese a algunos aspectos que pueden resultar problemáticos como un tercer acto agónico o la “conversión sexual” que, teniendo en cuenta la situación del colectivo LGBTIQ+ en Rusia (país que participa de la producción de la cinta), puede leerse en la evolución de Laura, estamos ante la más desapercibida de las grandes obras que se presentaron en el pasado Festival de Cannes. Realizada con mimo y saber hacer, mira con romanticismo a las relaciones humanas y sus pilares fundamentales. Y, todo ello, a bordo de un tren.