Ficha Técnica
Título original: Titane
Director: Julia Ducournau
Duración: 108 min
País: Francia
Idioma: Francés
Intérpretes: Agathe
Rousselle, Vincent
Lindon, Garance
Marillier, Myriem
Akeddiou y Dominque
Frot
Sinopsis: Después de una
serie de crímenes que han
quedado inexplicados, un
padre reencuentra a su hijo
desaparecido hace 10
años.

Crítica
Ocurre con los eventos cinematográficos que raramente están a la altura de la rumorología creada a su alrededor. Con Titane, segundo largometraje de Julia Ducournau, ha ocurrido algo particular: tras su inesperada Palma de Oro en Cannes, ha estado tan presente en todas las conversaciones cinéfilas, tildándose de «polémica», «revolucionaria» e «intensa», que era imposible no acercarse a ella en su estreno – casi tres meses de condicionamiento sin tener una mirada viciada. Un evento cinematográfico histórico -al menos en el apartado crítico-, impulsado por el morbo y la curiosidad, que ha puesto el foco sobre un tipo de cine que raramente acapara la atención del público.
A Titane conviene acercarse sin saber nada – no en vano, la propia Ducournau, su productora y distribuidora desvelaron poco de cara a su estreno en Cannes-, pues si la sorpresa es esperada, el choque no impacta tanto, la polémica se asume y la revolución empieza en casa. No obstante, Titane sabe crecer y desarrollarse más allá de la provocación, más allá de ese impacto inicial. Con un terror que se materializa a través de sus conceptos filosóficos (y de momentos puntuales de body horror), Julia Ducournau consolida su voz autoral por todo lo alto y retoma muchos de los temas que proponía en Crudo (2016): la familia (disfuncional), el amor (romántico, paternal), el trauma y la transformación (o liberación), la sexualización de la mujer y el machismo estructural, la violencia como medio de expresión ante la incapacidad para comunicarse y la carne como arcilla maleable en representación de la identidad. En esta cinta se introducen temas como el género y su fluidez (algunas voces críticas acusan a esa representación de tránsfoba) o incluso se cuestionan, de pasada, los símbolos nacionales.
A pesar de todo, el paso más grande es el que existe entre el canibalismo y el transhumanismo – la propia cineasta parece querer dar un paso adelante con la reaparición de Justine, la protagonista de Crudo – como formas simbólicas de amor; al fin y al cabo, Titane, en el fondo, es una comedia romántica. Porque la directora francesa tiene mucho sentido del humor (aunque no sea palpable por el tono de gravedad cultural impuesto), desde la premisa de película de serie B hasta el «¿Cuantos sois en esta casa?». El problema se vislumbra porque no termina de estar claro, y no en el buen sentido, de qué lado está Ducournau (o qué quiere contar). Si bien parece apostar por esa hibridación de la carne humana y el titanio a través del embarazo, el personaje de Alexia (interpretada por una magnífica Agathe Rousselle) es lo opuesto: no se comunica, no muestra ningún tipo de expresión, asesina sin piedad y no parece tener ningún tipo de conexión emocional con nadie; en definitiva, la retratan como un ser no humano, mecánico, incapaz de sentir. (Algo similar ocurre con el género y su posible transfobia, donde la supuesta fluidez no es más que una coartada para huir de su pasado criminal, o con la propia propuesta estética que se aleja de la premisa absurda para entrar en las esferas de la «Alta Cultura»). Esas contradicciones y esa ambigüedad surgen, más que de una motivación discursiva, de una voluntad de generar preguntas (sin respuestas) dictadas por su intuición personal.
Se ha hablado de la influencia de David Cronenberg (Crash, los coches y el sexo), John Carpenter (Christine) o Gaspar Noé (la estética y ese plano secuencia inicial); sin embargo, la directora francesa graba apuntala su voz propia. Todos esos elementos de otros directores aparecen de una forma tan personal, y que se acumulan en los primeros quince minutos, que la influencia podría ser coincidencia. (Otro día hablamos de esa corriente crítica de comparar a las nuevas directoras con antiguos maestros para validarlas) En Titane, como en Crudo, cada minuto es personal, estética y temáticamente; sin embargo, Julia Ducournau se supera. No necesariamente porque sea una película más compleja, sino porque es una película más ambiciosa y valiente. No tiene miedo a esa fina línea que separa el absurdo de la premisa del terror que provoca, de ser gore y excesiva, de derruir barreras y sobrepasar líneas. Eso genera también que la película, como se ha visto en el párrafo anterior, pueda ser contradictoria o no tener un rumbo claro. No obstante, es esa falta de miedo, esa libertad creadora, aquello que hace de Titane y de su recepción algo especial.
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