Ficha técnica
Título original:
La vida era eso
Director: David Martínez
de los Santos
Duración: 109 min
País: España
Idioma: Español
Intérpretes: Petra Martínez
Anna Castillo, Ramón Barea,
Florin Piersic Jr.

Sinopsis: Dos mujeres españolas de distintas generaciones coinciden en la habitación de un hospital en Bélgica. María vive allí desde hace décadas tras emigrar en su juventud, y Verónica es una joven recién llegada en busca de las oportunidades que nunca encontró en España. Entre ellas se forja una peculiar amistad que llevará a María a emprender un viaje de vuelta al sur de España con una insólita misión. Lo que comienza como un viaje en busca de las raíces de Verónica, se convertirá en una oportunidad para abrirse al mundo y para cuestionarse ciertos principios en los que basó su vida.
Crítica:
La road movie es un género que centra su narrativa en la carretera, ya sea transitada por un individuo o una sociedad. Su sentido alegórico asociado al recorrido vital y al proceso de aprendizaje son de sobra conocidos; sin embargo, menos conocido es su excelente carácter comunicativo. En la road movie, el arco de aprendizaje de los personajes es más visible que en otros géneros, pues toma presencia física en el sendero recorrido, en el paisaje y en el vehículo. Además, la identificación es máxima, porque los espectadores parten del mismo lugar que los personajes y realizan, a todos los niveles, el viaje con ellos.
La vida era eso, el debut en el largometraje de ficción de David Martín de los Santos, adopta la forma de la road movie para hacer justicia histórica y reparar errores del pasado. El camino de María, interpretada por una excelsa Petra Martínez que carga con gusto y gracia el peso de la película, es un camino de autodescubrimiento personal, de reivindicación de una juventud que le fue negada, como a tantas otras mujeres de su generación. La sexualidad (la masturbación inicia y cierra la cinta) y el deseo propio (el gran aprendizaje de Petra es saber qué quiere, pues nunca se lo había preguntado) se establecen como epicentros temáticos y llaves necesarias para conseguir la libertad individual.
Locuciones como «segunda juventud» adquieren nuevos significados, pues ya no se trata de volver a vivir algo ya vivido, sino de seguir viviendo y explorando. En ese sentido, estamos ante una de las coming of age más originales de los últimos años, no solo por la edad de la protagonista — avanzada, en comparación con los adolescentes que suelen conformar este género —, sino porque cambian las tornas respecto a la dinámicas habituales entre sus personajes: ahora es la joven, comúnmente receptora de los consejos que permitirán su maduración, quién ofrece las lecciones vitales. Esa inversión es tan natural como refrescante — pues contrasta con el carácter condescendiente habitual, como se vio recientemente en Madres Paralelas — y esconde uno de los grandes valores de la obra: nunca se deja de aprender y, solo cuando dejas de lado esa curiosidad infantil, envejeces . Las enseñanzas que, por otro lado, promulga la película a través de Verónica tampoco están faltas de hondura: cuanto más entendemos las consecuencias de la muerte, con mayor facilidad podremos liberarnos de sus cadenas y conseguir la libertad necesaria para vivir.
Si esta hibridación de géneros a través de un espíritu libre y joven es el gran fuerte de la película, su gran lastre es que contiene, en el fondo, dos películas: una primera sobre la relación entre Verónica y María en el Hospital y una segunda sobre el viaje en solitario de esta joven anciana. Esta condensación, sumada a la gran cantidad temas que salen relucir escuetamente (el 15-M, la emigración Francia/Bélgica, la España vaciada), hacen que la cinta navegue a veces sin un rumbo demasiado claro. No obstante, el optimismo vence al relato duro y ese brío rejuvenecedor funciona a varios niveles, tanto por su carácter renovador, como impulso para emprender una road movie particular.
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