Madres Paralelas

Ficha Técnica

Título original: Madres

Paralelas

Director: Pedro Almodóvar

Duración: 123 min

País: España

Idioma: Español

Intérpretes: Penélope Cruz,

Milena Smit, Israel Elejalde,

Aitana Sánchez-Gijón,

Rossy de Palma.

Sony Pictures España

Sinopsis: Dos mujeres coinciden en una habitación de hospital donde van a dar a luz. Ambas están solteras y se quedaron embarazadas por accidente. Janis, de mediana edad, no se arrepiente y está exultante. La otra, Ana, una adolescente, está asustada, arrepentida y traumatizada. Janis intenta animarla mientras pasean por los pasillos del hospital. Las pocas palabras que intercambien en esas horas crearán un vínculo muy estrecho entre las dos, que por casualidad se desarrolla y se complica, afectando a sus vidas de forma decisiva.

Crítica

Pedro Almodóvar siempre ha visto a Penélope Cruz como una madre. Los abrazos rotos, Volver y Dolor y Gloria avalan esa afirmación, que ha sido el leitmotiv de la promoción de su nuevo largometraje, Madres Paralelas, donde esa idea se consagra por todo lo alto. La actriz madrileña aquí da vida a una madre por accidente que, sin embargo, decide quedarse el niño, al tiempo que tomará una postura maternal respecto al personaje de Milena Smit (idea que en el segundo acto resultará problemática o, al menos, freudiana). La iconografía de la madre tendrá continuidad en el relato (poco desarrollado y marginado por el propio cineasta) sobre la memoria histórica, donde las abuelas, madres y nietas -siempre solteras o viudas- ocupan todo el espacio. De esta forma, como Libertarias de Vicente Aranda o, en el mundo del cómic, Estamos todas bien de Ana Penyas hace una relato de las consecuencias de la Guerra Civil en femenino, apelando a la genealogía matriarcal como representación de la nación. Es una de dolor en silencio, de represión y de amor truncado que, hoy en día, lejos de abrir viejas heridas, las cierran.

Almodóvar se vuelve político. No es que siempre haya sido ajeno a la crítica social (aunque su filmografía ha sufrido un claro aburguesamiento, cuyo culmen es el ensimismamiento autoficcionado de Dolor y gloria), pues desde sus primeras obras se caracterizó por imaginar una España mejor; sin embargo, aquí lo explicita, dando nombres y apellidos (M. R.) y condenando las políticas en materia de memoria histórica que se han llevado acabo en los últimos años. Este viraje no debe entenderse como una ineptitud del director en su faceta de guionista, sino como una declaración de intenciones ante el avance de la ultraderecha en España, Europa y el mundo entero. Una advertencia de lo que fuimos y hacia donde nos podemos dirigir.

No obstante, el cineasta manchego, en un acto tan inconsciente como condescendiente, termina culpando a los jóvenes. En determinado momento, el personaje de Penélope Cruz le espeta al de Milena Smit — caracterizada como una adolescente sin rumbo, sin padres, depresiva, y, por momentos, cabeza hueca — que los jóvenes no conocen ni respetan su pasado. Si bien es cierto que los adultos tampoco quedan bien parados, esta idea, en buena medida define a la propia obra y su espíritu: bienintencionado, pero comunista de salón. No en vano, una película sobre la maternidad nunca ha dado tanta importancia a las niñeras. Y es en este punto donde uno se pregunta, sin respuesta, sobre si Pedro Almódovar, el gran peso pesado del cine español que el año pasado no presentó su cortometraje a los Goya para que los nuevos directores tuvieran una oportunidad, no estará robándole la voz a esas nietas que él pretende aleccionar o, incluso, a esas madres que tanto admira.

Y esto es porque el apartado político no es aquello que más le preocupa a Almodóvar, pues busca construir un melodrama sobre la maternidad; y ahí es donde la obra muestra sus mejores virtudes, más allá de sus voluntades políticas. Su apuesta por las emociones como vehículo de la historia se traduce en fundidos a negro para hilvanar las secuencias, intentando ocultar sus carencias argumentales; en su característico uso de color, aquí más contenido y austero — en la línea de su última etapa, exceptuando su extravangante paso por la performatividad teatral de La voz humana —, pero de igual potencia, como canal para la expresión del mundo interno de los personajes; en diálogos poco naturales, pero llenos de sentimiento; y un gran protagonismo de las dos actrices que pasan a ser la razón de ser de la película. Sus interpretaciones otorgan a los personajes la humanidad y los matices necesarios para que la historia se mueva con interés, con el conflicto aguantado en su interior hasta el final. Y es una apuesta ganadora, pues todos esos elementos conjugan un lenguaje propio que rescatan la película de sus ambiciosos objetivos.

En Madres Paralelas, Pedro Almodóvar dispara dos veces: una acierta, la otra no. La búsqueda de la militancia política, si bien es de agradecer tanto la voluntad como algunos resultados, no fructifica tanto como deseado; sin embargo, es en el relato melodramático sobre la maternidad donde la película funciona mejor, gracias a la labor actoral tanto de Milena Smit como de Penélope Cruz y a la reivindicación de la mujer como parte fundamental para el futuro de España.

Sony Pictures España

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