Crítica ‘El agua’

Puntuación: 4 de 5.

Hay algo extremadamente poderoso en la ópera prima de Elena López Riera; algo poco común. En un año donde el cine español ha estado marcado por los paisajes rurales (quizá tendríamos que repensar ciertas cuestiones que atañen tanto a cánones y criterios como a círculos sociales, si se considera tendencia que las películas se ubiquen en otros lugares de la península que no sean las grandes ciudades), la directora de Orihuela firma una de las obras más peculiares del año, como Espíritu sagrado del también alicantino Chema García Ibarrra lo fue del año pasado.

Presentada en la última Quincena de Realizadores de Cannes, El agua participa, quizá de forma más radical que ninguno de los títulos nacionales e internacionales similares, de la tendencia naturalista europea. Más allá de algunos tics habituales (actores no profesionales, iluminación sin artificios, cámaras digitales al hombro), el material grabado por personas ajenas a la producción o entrevistas a los personajes son algunos de los recursos visuales poco habituales que la cineasta utiliza para mezclar y remezclar ficción y documental.

No sorprende, pues López Riera creció con cortometrajes de fuerte carácter documental, como Pueblo o Los que desean. En realidad, no está muy lejos pues de Quién lo impide de Jonás Trueba. Es más, quizá las únicas diferencias entre ambas películas sean tres: en primer lugar, la cinta del hijo menor de Fernando Trueba se revela como acto colectivo donde los protagonistas se están contando a sí mismos, mientras que en El agua, siendo una obra del mismo carácter, esta idea no se comunica, transmitiendo incluso la contraria, la de un proyecto autoral y, por tanto, individual. En segundo lugar, y en relación directa con lo anterior, la película protagonizada Candela Recio se percibe como un documental ficcionado, mientras que la protagonizada por Luna Pamiés como una ficción que usa recursos del documental. Y, por último, que una se ubica en Madrid y otra en un pueblo de Alicante y, por tanto, a una se atiende a las formas y a la otra se mira lo exótico del paisaje.

En El agua, seguimos a una enigmática Luna Pamiés, que interpreta a Ana aunque Ana tiene mucho de Luna Pamiés. La seguimos por un camino del que no conocemos el principio, pero con final. O con horizonte, que no es poco. Ella vive en Orihuela. Sale con sus amigas, tiene problemas de chicos, no se entiende con su madre. Elena López Riera observa a su protagonista, sus gestos, sus rutinas y sus rituales, presencia sus deseos y sus ataduras y captura los fantasmas que la rodean. Ana es una adolescente más. Una de tantas. Pero le preocupa el agua.

El agua, como la carcoma de Layla Martínez, se edifica entre la sabiduría popular (particularmente, una sabiduría popular declinada en femenino, aquella que cuentan las abuelas a sus nietas y que no tiene poca relación con la brujería), la historia olvidada y la presente y la metáfora mitológica. La relación física que tienen en Orihuela con el agua (que va desde la sequía hasta las inundaciones), la masculinidad tóxica, el sentimiento de estancamiento y el deseo de escapar, la comunidad social y sus rituales o la falta de horizontes sociales son algunos de los temas de la cinta. Y el agua los atraviesa todos. Porque el agua no se puede definir, porque termina haciendo referencia a una sensación. La indefinición de la metáfora, tan abstracta y tan concreta, y la complejidad natural de la misma es lo que otorga a El agua, en última instancia, un gran poder, pues permite que el espectador se agarre siempre desde un lugar conocido. Al fin y al cabo, estamos en el terreno de la tradición popular, aquella que surge de la observación primigenia de la naturaleza y que no necesita de discursos intelectualmente sofisticados para calar hondo. Porque aguas y carcomas hay muchas; puede que con otros nombres o adscripciones municipales, con variaciones de significado (en la carcoma, por ejemplo, hay un componente de resquemor de clase que en el agua no hay), peros siempre están ahí.

Es precisamente esta advocación hacia lo oral desde las formas autorales (habría que definir hasta qué punto) uno de los elementos más discutibles de la cinta, pues sendos conceptos son, ya desde el siglo XIX, antitéticos, pues lo segundo es una reacción que desactiva lo primero. No obstante, no es algo propio de Elena López Riera, sino de la corriente en la que se inscribe. Una tendencia que gobierna los círculos «artísticos» y que, en el ámbito cinematográfico, se viene rumiando desde que el cine dejó de ser entretenimiento para ser arte en el período de entreguerras y cuya primera gran expresión fue el neorrealismo italiano. Ser proletario para festivales de clase A o en Christie’s.

Como el agua, la película se te mete. Entra en ti sin que te des cuenta, casi en contra de tu voluntad, y, poco a poco, crece en tu interior. La magia hace efecto y la tradición gana. El agua funciona como observación de una tradición y como su reescritura contemporánea; de la misma forma, fluye entre lo antropológico/etnográfico y lo narrativo. Elena López Riera, en su primer largometraje, invoca lo oral y entrega un obra de profundo discurso autoral; sin embargo, la fuerza del agua termina por arrastrarnos. Porque aguas y carcomas hay muchas.


Título original: El agua Duración: 104 min País: España, Suiza, Francia Idioma: Español Director: Elena López Riera Guion: Philippe Azoury, Elena López Riera Productores: David Epiney, Eugenia Mumenthaler, Pepe Andreu, Alejandro Arena, Rafael Moles, Sylvie Pialat Fotografía: Giusseppe Truppi Montaje: Raphaël Lefèvre Intérpretes: Luna Paimés, Bárbara Lennie, Nieve de Medina, Alberto Olmo, Philippe Azoury, Mireia Sanchez Parres

Sinopsis: Es verano en un pequeño pueblo del sureste de España. Una tormenta amenaza con volver a desbordar el río que lo atraviesa. Una vieja creencia popular afirma que algunas mujeres están predestinadas a desaparecer con cada nueva inundación porque tienen «el agua adentro». Ana vive con su madre y con su abuela en una casa a la que el resto del pueblo mira con suspicacia. En medio de la atmósfera eléctrica que precede a la lluvia, Ana conoce a José a la vez que lucha por aventar a los fantasmas.


Elástica Films / Filmin

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