Ficha técnica:
Título original:
L’événement
Director: Audrey Diwan
Duración: 100 min
País: Francia
Idioma: Francés
Intérpretes: Anamaria
Vartolomei, Sandrine
Bonnaire, Luàna Bajrami,
Pio Marmai, Anna
Mouglalis, Kacey
Mottet Klein

Sinopsis: Francia, 1963. Anne, una joven y brillante estudiante con un futuro prometedor, descubre que está embarazada. De la noche a la mañana ve truncada la oportunidad de terminar sus estudios y huir de las asfixiantes restricciones de su entorno. Con los exámenes finales acercándose y un vientre que no para de crecer, Anne decide actuar, incluso si supone confrontar la vergüenza, el dolor y hasta ir a la cárcel por ello.
Crítica:
El Acontecimiento es una obra que recobra mucha fuerza como experiencia colectiva, es sin duda una película para verse en salas de cine. No por un preciosismo vacío, sino por ser una obra que comprende la fuerza de las imágenes y su potencia en el dispositivo comprendido por la proyección en una cámara oscura, dispositivo que aísla al espectador de su vida y propone una experiencia real que de otra manera no tendría. Como en Titane, la fuerza de las imágenes te golpea, y si estás en casa la reacción de huir de ellas se facilita. Aunque comparables por su efecto y por cuestiones temáticas, Diwan conduce su cinta a una propuesta estética que no podría ser más divergente de la película de Ducournau. El ritmo es tranquilo y en un primer nivel no hay grandes acciones, pero el trabajo de cámara y montaje nos acerca a la protagonista con un cuidado y atención donde cada pequeño acto llega al espectador de manera visceral, con la misma fuerza que un gran giro emocional. No sorprende cuando, con ocasión de los palmarés del Festival de Venecia, la directora afirmó al aceptar el León de Oro a la mejor película, que: «Anamaria Vartolomei no es la protagonista, ella es la película». De hecho, lo que uno encuentra en El Acontecimiento es el resultado de una colaboración sinérgica entre mujeres. Directora y actriz, ponen en juego toda su rabia, su deseo, sus agallas y su mente.
Un duro relato que emociona, desazona y remueve todo el cuerpo. Cierta impotencia y la necesidad de apartar la mirada de la pantalla en más de una ocasión ante lo explícito de algunos planos y la tensión acumulada escena tras escena es lo que hace que este angustioso drama ambientado en la Francia de los años sesenta no te deje indiferente. Gracias a la relación de aspecto, el uso de la cámara en mano, los tensos planos secuencias, junto con una admirable fotografía se contagia el agobio y asfixia que vive la protagonista durante nueve semanas metiéndose de lleno en su piel. Pero no solo los aspectos técnicos hacen que vivas la historia en primera persona sino cada uno de los delicados temas que Audrey Diwan pone sobre la pantalla y la necesidad de reflexionar. Vemos una constante, solitaria y ante todo valiente lucha de la protagonista, contra los prejuicios, la incomprensión, el rechazo, la mirada de desaprobación y marginación de todos los que la rodean, el abuso de poder y una moral autoritaria que la priva de su libertad.
Teatro Calderón, Valladolid. Once de la mañana. Acaba de terminar el pase de prensa de El acontecimiento de Audrey Diwan, flamante ganadora del León de Oro en Venecia que se veía por primera vez en España. La gente se levanta de sus butacas entre murmullos y salen de la sala, algunos al exterior, otros a los servicios. En la cola que se forma frente al de caballeros se comenta que la película es «grotesca», «provocativa», «vulgar», «terrible» o «vacía», incidiendo en la explicitud y la poca «refinación» estilística demostrada por la cineasta. Por momentos, parecían estar hablando de Titane (Julia Ducournau, 2021).
Solo hay que ver la película para entender que eso no es así. Sí es una película muy física, pero se logra a través de la experiencia y la conexión con la protagonista, no a través de lo mostrado en las imágenes. Es más, solo hay una imagen de apenas medio segundo que podría encajar en esa descripción machirula. El resto se centra en Anne y la relación con su entorno. Diwan narra en una perfecta espiral las semanas siguientes al descubrimiento de un embarazo no deseado donde, al contrario que en Nunca, casi nunca, a veces, siempre (Eliza Hittman, 2019), la negación de la ayuda y el aislamiento marcan los temas fundamentales, creciendo más allá incluso del aborto para hablar de un sistema opresor y divisivo – en ese sentido, es muy hija de su tiempo. Y, por ello, la decisión central de la puesta en escena es no apartarse nunca de la protagonista y, sobre todo, no apartar la mirada-cámara. Esa decisión de acompañar a alguien en los momentos más oscuros y esa mirada empática y humanista hacen de El acontecimiento una experiencia desgarradora y agotadora, pero con un fondo -si bien no optimista- positivo, esperanzador y edificante.
Al contrario que en el baño de los hombres, en el de mujeres reinaba la afectación y el silencio, El acontecimiento había tocado la fibra sensible. Las mujeres lloraban.
La película no es una provocación vacía. La cinta retrata el desgarro, algo situado en el polo opuesto a la provocación. ¿En qué momento alguien puede pensar que mostrar el dolor y el trauma de pasar por esta experiencia es solo cuestión de provocar? Pues la respuesta es bien simple y no es algo temporal ni circunstancial, si no que responde al privilegio masculino (y más concretamente cisheteropatrialcal). La historia de Anne es algo muy sensible con lo que podemos empatizar las mujeres. Incluso a pesar de no haber vivido la experiencia en sangre propia, todas tenemos bien presente que esa imposición de elegir entre la vida laboral y la maternidad, donde no hay ningún tipo de facilidad para la compatibilidad. Y sobretodo, se nos ha impuesto el rol de cuidadoras, de complacientes, de abnegadas, de sumisas resignadas que, cuando no aceptamos trae consigo la vergüenza, la deshonra y el rechazo social.
Parece que muchos de los espectadores masculinos no fueron capaces de conectar con la película, a pesar de que se trata de una obra que tiene todo lo necesario para resultar inmersiva y experiencial. Las mujeres han tenido que forzar la identificación con personajes masculinos (un aspecto que no se limita solo al ámbito del cine), con héroes amparados bajo el privilegio masculino y, sin embargo, una cantidad considerable de hombres es incapaz de ponerse en el lugar de la experiencia femenina; al fin y al cabo, la película habla de «una enfermedad que solo afecta a las mujeres». Diwan logra un largometraje sólido, maneja el guión y la puesta en escena con precisión y maestría para asfixiar al espectador y transmitirle la terrible angustia y soledad de la protagonista. Pero resulta que para algunos prevalece la provocación, una provocación que viene simplemente de que alcemos la voz sobre historias propias.
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