Crítica ‘Furiosa: de la saga Mad Max’

Puntuación: 5 de 5.

Furiosa es la mejor película de la saga Mad Max. Y una de las películas del año, por tanto.

Si Tres mil años esperándote parecía constituirse como una reacción a Mad Max: Furia en la carretera, la precuela directa de esta última se construye, aunando lo mejor de sendas películas bajo el auspicio de Mad Max 2. De la primera, toma, más allá del universo y los personajes —es una precuela directa—, la dicotomía cromática, el gusto por los zooms de postproducción y una expresividad heredera del cine mudo. En cambio, de la que hasta ahora era su última película no solo toma su espíritu y sus temas —hasta el punto de ser casi más cercana a esta que a cualquiera de la saga en la que se enmarca, a excepción de la segunda, la otra entrega de fuerte carácter mitológico—, sino su pasión desmedida por las posibilidades del cine digital y su estructura episódica que hunde sus raíces en lo oral más que en lo teatral —Furiosa se siente menos compacta e irregular, más cercana a Homero, porque su antecesora, que era casi aristotélica: una acción (una persecución), un espacio (el desierto) y un tiempo ininterrumpido (3 días seguidos)—.

El punto de partida es Furia en la carretera. El éxito de crítica y público de la cuarta entrega provocó un terremoto de tal magnitud cuyas hondas se sienten en el propio concepto de Furiosa. Las raíces del proyecto se hunden en la preproducción de aquella, en el detallado trabajo de creación de personajes que hicieron Miller y su equipo que podrían hacer sentir a la nueva película como un companion —de igual manera, el proyecto sobre The Wasteland recorre el tiempo que Max pasó entre Mad Max 3 y Furia…— y las consecuencias directas de Furiosa son tratadas en aquella. Aún así, la sombra de la sorpresa que supuso en 2015 sigue presente en las retinas y la memoria de los espectadores a la hora de aproximarse a la nueva entrega.

Miller, lejos de intentar rememorar las sensaciones del episodio piloto, aprovecha las posibilidades de relato serial para distanciarse, explorar y ampliar el universo Mad Max. La primera decisión que toma es profundizar en el carácter mitológico (bíblico) del relato. Desde el carácter de Paraíso Perdido del relato hasta la resignificación de Moisés —robándole el carácter errante, violento y prohibido a Max—, Furiosa es una nueva mesías. Y frente a ellas están los autoproclamados mesías, Dementus e Immortam Joe, representantes del viejo y el nuevo fascismo; es estimulante comparar el viaje emocional y político a través de la saga, desde el nihilismo salvaje de la primera entrega al «Más allá de la venganza» que inaugura el último capítulo de la última. Miller parece hacer aquello que la franquicia James Bond no se va a atrever a hacer con su siguiente entrega: resignificar a su protagonista, actualizar el símbolo para adaptarlo a los tiempos. En este caso, el papel que tienen las narraciones, en concreto las narrativas de odio, en el auge de los fascismos y cómo la esperanza, la búsqueda de un progreso, de una utopía, es la materia prima de las sociedades.

Como en Mad Max 2 se consagraba la leyenda de Max, asistimos al mito de Furiosa. La narración de El Hombre-Historia lo anticipa, pero la ocultación de la resolución del clímax en la bruma del relato oral lo deja patente. Por su parte, esto tiene su correspondencia en unas imágenes más abstractas y fantasiosas. Su apuesta por unos efectos digitales rarifica la imagen, la aleja de la realidad y la introduce en el terreno de las ideas —a veces no es muy difícil acordarse de la vilipendiada, pero reivindicable The Flash, que se adentraba vía CGI en el terreno del cartoon y de la plasticidad de algunos dibujantes de cómic—. Que algunas cosas reales parezcan artificiales o que el clímax dramático de Furiosa tenga lugar en espacios y tiempos indeterminados, marcados por la fusión de la bicromía, deberían darnos pistas de lo que está intentando hacer Miller, algo que ya hizo en Tres mil años esperándote. La decisión del «abuso» de los efectos digitales —habría que comprobar hasta qué punto toda esta discusión digital no está secuestrada por un mito creado por el marketing de la primera entrega y hasta qué punto estamos retomando los ya superados presupuestos clásicos sobre la invisibilidad de la puesta en escena en el uso de CGI— es una decisión ontológica; es hacer el fondo, forma.

No obstante, la gran decisión formal que toma George Miller no es el uso de los efectos visuales por encima de los efectos especiales, sino lo lejos que decide llevarlos. Se permite abandonar el autoritario centro compositivo y los dos segundos de duración media de cada plano que le imponía el modo de rodaje y montaje para explorar otros ángulos, movimientos y posiciones de cámara y un montaje interno favorecido por las cámaras virtuales. Las imágenes no solo chocan entre sí, en un frenesí cinético de primer nivel; ahora bailan entre ellas, formando una coreografía visual más compleja y estimulante que la predecesora. Como si las imágenes que Miller conjuró en sus «entregas animales» (las dos entregas de Happy Feet y Babe, el cerdito en la ciudad) y en su fantasía cuentística se diesen la mano con el poderoso montaje de la saga postapocalíptica. Miller aumenta las revoluciones y el resultado es uno de los ejercicios de cine digital —y de cine digital aplicado a la acción, en concreto— más interesantes desde Speed Racer; algo refrescante en el panorama estético actual donde, desde Carla Simón a Tom Cruise, el realismo está mitificado en detrimento de la fantasía, de las ideas y la imaginación desbordante.

Furiosa es un caso paradigmático sobre cómo las expectativas pueden nublar el juicio. Miller no solo ha entregado su obra más personal hasta la fecha, aquella que sirve de compilación de todos sus temas y motivos visuales, y aquella en la que ha demostrado que es un cineasta que no deja de mirar al futuro, sino que, en el camino, ha descubierto varios velos sobre la cinefilia actual, sobre nuestro fetichismo por el registro (a lo Bazin) y sobre, pese a vivir en una época donde las narraciones seriales nos desbordan, nuestra incapacidad emocional de superar la sorpresa del episodio piloto, incluso cuando las nuevas entregas se dirigen a sitios más lejanos e inexplorados. Furiosa no solo es una de las mejores películas del año, sino uno de los ejemplos de lo que podría llegar ser el blockbuster de mediados del siglo XXI.


Título original: Furiosa: a Mad Max Saga Duración: 148 min País: Australia, Estados Unidos Idioma: Inglés Dirección: George Miller Guion: George Miller, Nick Lathouris Productores: George Miller, Doug Mitchell, Dean Hood, Pete Chiappetta, Andrew Lary, Anthony Tittanegro Fotografía: Simon Duggan Montaje: Margarat Sixel, Eliot Knapman Música: Tom Holkenberg Intérpretes: Anya Taylor-Joy, Chris Hemsworth, Tom Burke, Alyla Browne, George Shevtsov, Lachy Hulme, John Howard, Angus Sampson, Charlee Fraser, Elsa Pataky, Nathan Jones, Josh Helman, David Field, Rahel Romahn, David Collins, Goran D. Kleut

Sinopsis: Al caer el mundo, la joven Furiosa es arrebatada del ‘Lugar Verde de Muchas Madres’ y cae en manos de una horda de motoristas liderada por el Señor de la Guerra, Dementus. Arrasando el Páramo, se topan con la Ciudadela, presidida por Inmortal Joe. Mientras los dos tiranos luchan por el dominio, Furiosa debe sobrevivir a muchas pruebas mientras reúne los medios para encontrar el camino de vuelta a casa.


Warner Bros. Pictures España

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