Crítica ‘Nina’

Puntuación: 4 de 5.

La progresiva desnaturalización de las ciudades ha llevado a muchos a dirigir la mirada al ámbito rural. Este hecho, unido a la implementación del teletrabajo con la llegada de la pandemia, ha favorecido la idealización de unos paisajes vistos, quizás, a través de un prisma algo dislocado. El cine más institucional de este país parece hacerse eco de esta nueva tendencia y, subiéndose a hombros de paisajistas como el catalán Marc Recha, ha desplegado durante los últimos años un arsenal de títulos ambientados lejos del asfalto y las cafeterías. Así, a la larga lista de películas como Suro (Mikel Gurrea, 2022), Creatura (Elena Martín, 2023), As bestas (Rodrigo Sorogoyen, 2022) o Alcarràs (Carla Simón, 2022), se suma ahora Nina (Andrea Jaurrieta, 2024).

Existe en la mirada del urbanita sobre estos paraísos una impostura inherente que nace de la inocencia y que, a menudo, deviene en pura fabulación. Algo de esta fabulación asoma en las obras llevadas a cabo por el cinéfilo voraz que cruza el umbral y que se convierte en el creador de sus propias historias. Atragantado quizás por las obras y autores consumidos sin orden ni mesura alguna, el resultado de sus esfuerzos corre el riesgo de cristalizar en un producto abigarrado y desconectado de la realidad que pretende expresar.

La nueva película de Andrea Jaurrieta adolece de ciertos gestos tarantinianos en la medida en que se aleja de la dura situación a la que quiere referirse al perderse en ecos de otro cine, en un festival de referencias con el que mantiene un pulso que sume a la película en un delicado equilibrio. Aunque el resultado artístico sea satisfactorio, resulta difícil valorar la película fuera del territorio de la abstracción, pues es en ese ámbito de lo irreal donde ésta cobra mayor fuerza expresiva. El relato sobre una mujer atormentada pierde fuelle frente a la capacidad de su directora por crear atmósferas y por hacerlo, además, dentro de un cuidado trabajo del encuadre y un detallado uso del color, algo que brilla por su ausencia en el cine reciente. Así y todo, y tomando como premisa lo que se ha dicho en diferentes medios, que señalan la película como un western moderno, convendría situarla de forma más precisa en los mundos de Leone —y a la postre, de Tarantino—, en tanto que sublimación desaforada de un cine con unos códigos más delimitados y arraigado a un determinado paisaje. En comparación con Ana de día (2018), su anterior cinta, se advierte un gusto por esta irrealidad, y es en esa dimensión donde la obra de esta joven cineasta cobra una relevancia especial, aunque no resista la prueba del algodón en el menester de conmover al espectador con una dura historia de abusos.

La trama se cuece a fuego lento. Nina, una mujer atormentada, ha vuelto a su pueblo natal tras haber vivido años en la gran ciudad y haberse entregado a su sueño de convertirse en actriz. Todo resulta enigmático pero al mismo tiempo no deja de ser previsible. La cosa no estorba -las historias de venganza siempre nos arrastran a los confines del mundo-  y asistimos con interés a un misterio que se va dosificando a través de unas interpretaciones contenidas y de una puesta en escena muy mimada en la que la cineasta apuesta por las composiciones y el uso de trípode –increíble pero cierto-, abriéndose camino por la historia a través de una caligrafía cinematográfica milimétrica en la senda de Hitchcock. La omnipresente música de Zeltia Montes es un valor añadido hasta que acaba asfixiando a las imágenes, pero estas son tan poderosas y están tan bien construidas, que resisten con uñas y dientes y consiguen brindarnos momentos para el recuerdo, como ese desenlace con reminiscencias de Camino a la perdición (Sam Mendes, 2002). Poco hay que añadir de la historia salvo que quizás resulta más oportuna que nunca en la medida en que aporta nuevos matices al cine de abusos, aunque no llega a dar una vuelta de tuerca a las historias de venganza, pues el desenlace resulta más ambiguo de lo esperable.

Darío Grandinetti interpreta a un personaje abyecto cuyas oscuridades se nos van revelando con paciencia pero con determinación, y su contrapunto en las escenas del pasado, la estupenda Aina Picarolo (en el papel de  la joven Nina), está a la altura de las circunstancias. La escena del faro —desagradable por la forma en la que está planificada y algo obvia en sus símbolos— constituye una buena muestra de las aberraciones que han permanecido soterradas durante tanto tiempo y a las que sin duda debemos hacer frente como sociedad para poder caminar hacia delante con una mirada limpia. Pero es en esta cuestión donde la película, a pesar de sus nobles intenciones, no termina de concretar y apenas tan sólo pone el acento. Su complicado tema es abordado de forma ligeramente superficial, aunque esta superficialidad se enmascare con un sofisticado aparato formal y un tempo muy bien medido. Epatados por numerosas escenas con vocación de perdurar –en especial aquellas en las que, a través del espacio, se funden el pasado y el presente- y obnubilados por una estructura juguetona que sostiene de forma equilibrada las digresiones y los tiempos muertos, la propuesta pone el foco en un tema de una relevancia incontestable, pero se pierde en cierta solemnidad artificiosa que, en contra de sus pretensiones y en virtud de sus ambiciones estilísticas, nos aleja de la gravedad de lo que cuenta. Así, Patricia López Arnaiz, que aquí vuelve a dar buena muestra de la templanza a la que nos tiene acostumbrados, ve como su interpretación queda mermada por unos excesos de trazo grueso, como la insistencia en la escopeta que la protagonista lleva siempre consigo y que parece pertenecer a un imaginario de otro lugar, de otro pueblo, de otra película.


Título original: Nina Duración: 105 min País: España Idioma: Español Dirección: Andrea Jaurrieta Guion: Andrea Jaurrieta, adaptando la obra de teatro ‘Nina’ de José Ramón Fernández Productores: Andrea Barinaga-Rementeria, Ander Sagardoy, José Nolla, Xabier Berzosa, Andrea Jaurrieta, Alex Lafuente, Iván Luis Fotografía: Juli Carné Martorell Montaje: Miguel A. Trudu Música: Zeltia Montes Intérpretes: Patricia López Arnaiz, Darío Grandinetti, Iñigo Aranburu, Aina Picarolo, Mar Sodupe, Ramón Aguirre, Silvia de Pé, Eneko Gutiérrez

Sinopsis: Nina decide volver al pueblo costero donde creció, con una escopeta en el bolso y un objetivo: vengarse de Pedro, un famoso escritor al que el pueblo rinde ahora homenaje. El reencuentro con su lugar de origen, con sus recuerdos del pasado y con Blas, un amigo de la infancia, le hará replantearse si la venganza es su única opción.


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