Crítica ‘Todo a la vez en todas partes’

Puntuación: 5 de 5.

En su segunda película como dúo, Dan Kwan y Daniel Scheinert proponen una dramedia familiar de ciencia ficción y artes marciales. Una historia sobre una familia que se enfrenta a una catástrofe multiversal y debe afrontar la importancia y la nimiedad de su propia existencia y encontrar el equilibrio en medio del caos. La propuesta parece una locura de lo más extraña y absurda —siguiendo la línea de Swiss Army Man y el videoclip viral Turn Down for What—, pero es una obra emotiva e hilarante con profundidad y una envidiable coherencia interna.

Entre la sutil belleza de pequeños instantes de la vida cotidiana, Evelyn está ahogada por una infinidad de responsabilidades. Evelyn Wang es una madre migrante que dejó su hogar por amor y por la posibilidad de un futuro mejor, que ha sacrificado sus sueños y su autoestima por su familia. La declaración de la renta, conversaciones pospuestas con su marido, la presión de cumplir las expectativas de su padre y una relación que se tambalea con su hija son los conflictos diarios de una mujer chino-estadounidense que ha perdido toda esperanza de prosperar.

De repente, todo está al alcance de Evelyn. Todo conocimiento y habilidad son accesibles en ese lugar donde se encuentra todo a la vez en todas partes: el multiverso/Internet. Esta historia resuena en un mundo capitalista, globalizado e interconectado: demasiado que pensar, demasiado de lo que preocuparse, demasiado que hacer demasiado rápido. Demasiado estrés. Todo aparece frente a Evelyn (toda información y todas las posibles vidas de Ms. WangQuan), y al igual que le ha pasado a su hija en todos los universos, es demasiado que procesar. En la sociedad de la información, todo está a nuestro alcance a través de una pantalla, pero —ya sea mediante el saltoverso o la conexión continua a la red y los medios— el flujo de información es tal, que es imposible no quedar exhausto ante tantos estímulos. Internet es una herramienta con grandes posibilidades pero es terriblemente abrumadora —igual que un montaje frenético. Y como en Internet, esta historia se sostiene en lo disparatado, en pasar de un instante a otro a los opuestos. Un meme o un hilo de Twitter sobre teorías conspiratorias es accesible en el mismo lugar que un ensayo científico. Las artes marciales y la ciencia ficción conviven con el drama familiar y existencial. Ratatouille convive con Wong Kar-wai, Lady Gaga, con Debussi. Y unos divertidos ojos saltones conviven con un agujero negro en forma de bagel.

Lo vertiginoso de tener presente todas las posibilidades, es que, de todos los lugares en los que podría estar Evelyn, está ahí. De todos los multiversos en los que podría estar, está en aquel que tiene la peor versión de sí misma, donde supuestamente nada se le da bien —en una sociedad obsesionada con el éxito y con la productividad, desde luego no es motivo de júbilo. Al igual que su hija, está estancada y comienza a cuestionar las decisiones de toda una vida, empezando por su propio matrimonio. La diferencia es que mientras Evelyn no tiene esperanzas, sigue adelante (sin saber cómo), la rutina y el peso familiar la conducen hacia delante; Joy no puede más: está cansada. Mientras Evelyn ha sufrido un shock repentino por la brecha generacional, su hija Joy ha crecido en un multiverso con infinidad de información en todo momento. Joy se ha criado en un mundo que le recuerda las infinitas posibilidades de lo que podría haber sido su vida, y esos “y si” no hacen más que hacerla sentir un fracaso. Esas expectativas (tanto propias como depositadas en ella) solo le conducen a un dolor que quiere hacer desaparecer a toda costa. Y como centro de esa crisis existencial se sitúa la complicada relación con su madre —que viene aprendida de la que Evelyn tuvo con su padre—, a la que no siente que enorgullezca y que no acaba de aceptar su sexualidad. Joy no hace justicia a su nombre, no siente alegría —por sentir no siente nada, se lo ha entregado todo a un bagel que no es otra cosa que sus pensamientos suicidas— y no sabe cómo mostrárselo a su madre, tan ocupada en tantas cosas a la vez, que no es capaz de atender ninguna más. A no ser que sea una emergencia —ya sea un ultimátum de divorcio o un desesperado grito de auxilio transformado en una catástrofe multiversal.

Ocurren muchas cosas a la vez alrededor de esta maravillosa protagonista; Evelyn siempre ha estado pendiente de todo a la vez sin estar pendiente de nada realmente. Finalmente se da cuenta de la realidad. Su esposo Waymond ha luchado por ser un rayo de luz durante mucho tiempo y comprende que siempre ha estado ayudando. Su hija no sabe cómo enfrentarse al mundo ni a sus propias emociones; debe situarse a su lado, no en su contra, sin juzgarla y dejándola espacio. Bajo la asfixiante sombra del multiverso, el auge del mindfulness y el acompañamiento con amor, comprensión y tolerancia, se presentan como respuestas a lo absurdo de la existencia.

La película de los Daniels es una vida como otra cualquiera, con sus dificultades y sus momentos divertidos. La pareja de tocayos nos presenta una película que demuestra que los multiversos todavía tienen mucho que aportar; no en vano los hermanos Russo producen esta película, conocidos por su trabajo con Marvel, estudio detrás de obras como ¿Qué pasaría si?, Spider-Man: No Way Home y Doctor Strange en el Multiverso de la Locura. Y en relación con esta última es muy importante el tratamiento de Todo a la vez, que apuesta por una narración desde la perspectiva femenina y crea una maravillosa heroína: una mujer madura, imperfecta y migrante china, magistralmente interpretada por Michelle Yeoh. Una protagonista que brilla sin eclipsar al resto del reparto también espléndido: Stephanie Hsu (que deslumbra en su rango interpretativo), Ke Huy Quan (que regresa por todo lo alto después de un parón de 20 años en su carrera actoral) y Jamie Lee Curtis (como antagonista y amante perfecta). Todos y cada uno de los elementos —arte, efectos visuales (con un equipo de solo cinco personas), coreografía marcial y una banda sonora maravillosa de Son Lux— se encuentran al servicio de un relato sólido y coherente con su espíritu.

Bajo una apariencia caótica y disparatada, los Daniels reflexionan sobre la familia, la maternidad, la depresión e Internet. Una propuesta que muestra la nimiedad de nuestra existencia, su complejidad y su absurdidad, pero sobre todo, nos anima a abrazarla y a actuar de forma deliberada desde el amor y la amabilidad.


Título original: Everything Everywhere All at Once Duración: 139 min País: Estados Unidos Idioma: Inglés, chino mandarín, cantonés Dirección: Dan Kwan y Daniel Scheinert Guion: Dan Kwan y Daniel Scheinert Productores: Allison Rose Carter, Sarah Finn, Tim Headington, Daniel Kwan, Mike Larocca, Todd Makurath, Theresa Steele Page, Jon Read, Josh Rudnick, Anthony Russo, Joe Russo, Daniel Scheinert, Jonathan Wang, Michelle Yeoh Fotografía: Larkin Seiple Montaje: Paul Rogers Música: Son Lux Intérpretes: Michelle Yeoh, Ke Huy Quan, Jamie Lee Curtis, Stephanie Hsu, James Hong, Tallie Medel, Jenny Slate, Harry Shum Jr., Bill Wiff, Sunita Mani, Aaron Lazar, Brian Le, Andy Le

Sinopsis: Cuando una ruptura interdimensional altera la realidad, Evelyn (Michelle Yeoh), una inmigrante china en Estados Unidos, se ve envuelta en una aventura salvaje en la que solo ella puede salvar el mundo. Perdida en los mundos infinitos del multiverso, esta heroína inesperada debe canalizar sus nuevos poderes para luchar contra los extraños y desconcertantes peligros del multiverso mientras el destino del mundo pende de un hilo.


YouPlanet Pictures

2 comentarios en “Crítica ‘Todo a la vez en todas partes’

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