El amor en su lugar

Ficha Técnica

Título original: Love gets

a room

Director: Rodrigo Cortés

Duración: 103 min

País: España

Idioma: Inglés

Intérpretes: Clara Rugaard

Ferdia Walsh-Peelo, Magnus

Krepper, Freya Parks, Jack

Roth, Henry Goodman, Dalit

Streett Tejeda, Anastasia

Hille, Valentina Bellè

A Contracorriente Films

Sinopsis:

Es 1942 en el gueto de Varsovia. Allí, un grupo de actores judíos, en una helada noche invernal, interpreta una comedia musical en el teatro Fémina. Los espectadores ríen y lloran ante la historia de amor representada, olvidando por unos momentos la difícil realidad. Entre bambalinas, los actores se enfrentan a un dilema de vida o muerte ante la posibilidad de fugarse tras la función.

Crítica

Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, muchos intelectuales europeos se preguntaron si se podía seguir haciendo poesía, y arte en términos más amplios, tras el horror del Holocausto. Rodrigo Cortés, sin pretenderlo, responde.

La cinta nos sitúa, con un largo plano secuencia inicial spielbergeriano, dentro del gueto de Varsovia, donde una joven cantante tendrá que decidir si huir, como le ofrece su ex-novio, o quedarse con su actual pareja. Los tres protagonizan, en situaciones precarias, Love gets a room, una ligera comedia musical sobre la vida en el propio gueto escrita por el dramaturgo Jerzy Jurandot en 1942. En ese sentido, la labor de reconstrucción musical a partir de las letras de las canciones originales — sin entrar en la banda sonora para las escenas entre bambalinas, que resulta sublime —, no solo es admirable, sino que demuestra, otra vez, que Víctor Reyes es uno de los mejores compositores vivos.

La cinta adopta tres puntos de vista en función de la geografía del teatro (platea, escenario, bambalinas), que se entrecruzan con organicidad y fluidez.  Cortés narra con precisión y crudeza, creando un relato de fondo clásico (Lubitsch, Wilder, Welles, Lumet), pero con un apartado formal mucho más contemporáneo, mezclando la naturaleza teatral de la obra con una labor extraordinariamente cinematográfica (un ejercicio estilístico que, por otro lado, recuerda, con sus muchas diferencias, a otro de los grandes títulos del año cinematográfico español: El vientre del mar, de Agustí Villaronga). Es gracias a ese dominio de la puesta en escena — junto a unas estelares actuaciones de Clara Rugaard, Ferdia Walsh-Peelo y el resto de la «troupe» — que ese baile de puntos de vista converge en algo mayor, fundiéndose e influyéndose. Es ese algo mayor aquello que convierte a la película en una obra arrolladora, emocional y estéticamente.

Pese a lo que pueda parecer, el arte no se presenta con un carácter salvífico — como se corrobora con los datos arrojados tras el cierre del telón —, pero sí expresivo y escapista.  Porque, en última instancia, El amor en su lugar es una obra sobre la libertad: la física, materializada en ese muro que tanto desean cruzar y en las tablas que no pueden dejar de pisar, y la espiritual, otorgada por un chiste durante una inspección militar o por una comedia de enredos en un cementerio. Esa misma vocación libertaria de Cortés la pudimos ver este mismo año en su novela Los años extraordinarios, en su título más recordado hasta la fecha, Buried (2010), o, al inicio de su carrera cinematográfica, en el cortometraje 15 días. Sólo la violencia interrumpe el espectáculo. Esa vuelta a la realidad es dolorosa: la libertad cercenada y la posibilidad de la muerte marcan una rutina infernal.  Y es, en ese instante de crudeza absoluta y mayor horror, cuando la obra teatral alcanza sus cotas de significado más profundas.

Como suscribe el título, también es una película sobre el amor, sus límites y su esencia contradictoria; sobre cómo amar y ser amado puede ser, al tiempo, un salvoconducto a la libertad y una condena. Romántico, fraternal o social, su forma es indiferente; sin embargo, es su naturaleza de arcángel contra el odio aquello que hace que resuene con especial fuerza en el contexto actual. La crispación social y el auge de la ultraderecha, desgraciadamente, conectan, en un movimiento pendular de la Historia, con la Europa de entreguerras.

El amor en su lugar, en tanto testimonio libre de un hecho real y oda a la pulsión creativa, se enfrenta, como decíamos al principio, a esos intelectuales que se preguntaron si, tras el Holocausto, tenía sentido seguir haciendo poesía. Y Rodrigo Cortés responde: claro que no tiene sentido y, por ello, es necesario.

2 comentarios en “El amor en su lugar

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