Crítica ‘Spencer’

Ficha Técnica

Título original: Spencer

Freiheit

Director: Pablo Larraín

Duración: 116 min

País: Reino Unido,

Estados Unidos, Chile

Idioma: Inglés

Intérpretes: Kristen Stewart,

Jack Farthing, Timothy

Spall, Sally Hawkins, Sean

Harris, Richard Sammel,

Amy Manson.

Diamond Films España

Sinopsis: Lo que debería ser un maravilloso respiro navideño con sus hijos en la finca de Sandringham se convierte, en cambio, en una sucesión de obligaciones no deseadas. Mientras tanto, el Príncipe Carlos de Inglaterra está retozando abiertamente con Camilla Parker-Bowles, lo que obliga a Diana Spencer a interpretar el papel implacable de la amada y fiel esposa delante de los paparazzi que siguen cada uno de sus movimientos. ¿Aceptará su posición o se revelará y por fin vivirá su vida tal y como desea?

Crítica

Si en Jackie (2016), Pablo Larraín construía la narrativa a partir del estudio íntimo de un personaje histórico, en Spencer extrapola esta dimensión para lograr un espectáculo de la lucha de clases. La propia elección de nombrar la película por el apellido y no por el nombre de Diana apunta a que el interés va estar más allá de ser una representación (más) de una figura histórica; concretamente, un personaje muy escudriñada por la prensa rosa y los medios de comunicación mundiales. De hecho, la forma en que Larraín y Steven Knight exploran el pasado del linaje de los Spencer frente al linaje real de los Windsor, con un tono muy agudo de crítica a la monarquía, hace que llamar a la película «fábula de una tragedia real» parezca una definición ingenua y limitante.

El tono del espectáculo lo marca el gran equipo creativo que el director chileno reúne a su alrededor. Jacqueline Durran es la responsable del vestuario y, una vez más, realiza un magnífico trabajo de reimaginación de la alta costura y la sastrería de la época desde un prisma creativo más preocupado por las necesidades de los personajes y la construcción del discurso fílmico que por la reconstitución histórica. Claire Mathon imprime sus bellas gradaciones de luz y color en un soporte de película de 16 mm, creando una atmósfera impresionista que contribuye en gran medida al tono fantástico y artificial de la obra. Pero lo más destacado es la banda musical de Jonny Greenwood, que juega un papel clave en la construcción del dispositivo narrativo propuesto por Larraín. La clara inspiración en las obras barrocas, como La Pasión según San Mateo de J. S. Bach, con el amplio uso de órganos y clavicémbalo, da el tono opresivo de los Windsor. La ruptura de Diana con el protocolo real es acompañada de una mezcla de improvisaciones de jazz que desestabilizan el tono austero y ceremonial.

La película comienza con la llegada de las fuerzas de seguridad y de los sirvientes reales al Palacio de Sandringham el día anterior a Nochebuena. Al mismo tiempo, Diana conduce su propio coche sin escolta por caminos rurales. La secuencia subraya el extremo orden y la organización a que somete el protocolo real a los funcionarios y a la propia familia real, que debe seguir un orden de llegada al palacio. En oposición, la Princesa de Gales conduce con el pelo al viento y se da cuenta de que se ha perdido completamente al intentar ubicarse con un mapa. La realización parece decir más en un nivel simbólico que literal. Tras romper con Charles por su infame aventura con Camilla, acosada por los paparazzi, aislada en el seno de la familia real y aquejada de bulimia, Diana sigue su camino como un faisán hacia sus cazadores.

De hecho, la princesa se encuentra en una pesadilla, apoyada en recursos de la narrativa gótica y el cuento de Barba Azul: la mansión suntuosa, el marido ausente, la mujer en peligro y la habitación prohibida que encierra la llave para su liberación. El giro particular se da por la construcción de una estructura de mimesis entre la pareja Charles-Diana y Enrique VIII-Ana Bolena, acentuada por apariciones del fantasma de Ana. El punto máximo en este arco narrativo es cuando Diana rompe el alambre de púas y entra a la casa que perteneció a los Spencer cuando niña, espacio que juega aquí la función de habitación prohibida. El gran esfuerzo de intentar reconocerse a sí misma por encima del personaje que la monarquía quería imponerle a ella culmina, tras la intervención de Ana Bolena, con la ruptura de las cadenas que la ligaban a Charles.

El único alivio de Diana es la presencia de sus hijos y su amistad con el chef Seán y la camarera real Maggie. Esta última relación llama especialmente la atención porque subraya el aspecto de icono que tiene la princesa para la comunidad LGBTQI+, al representar una figura de enorme resistencia frente a un sistema que intentó a toda costa limitar su libertad e individualidad.

Por tanto, el discurso construido por Pablo Larraín en Spencer reconfigura la historia de Diana en un mito mesiánico de carácter pop donde la princesa encarna una cierta autenticidad subversiva frente al orden monárquico opresivo, y su mayor milagro realizado es el de su propia liberación.

Diamond Films España

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